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ENTREVISTA | YSY A

ENTREVISTA | YSY A

Por: Diego Rubio

Con él empezó todo. Alejo Nahuel Acosta se sacó de la manga, cuando aún era menor de edad, una competición de freestyle que en poco tiempo se convirtió en el santo grial de argentina. Decidió decapitarla para, junto a Duki y Neo Pistea, Modo Diablo, poner la primera piedra del trap allá. De un movimiento que ha logrado que la tierra del Río de la Plata le dispute el monopolio de la música urbana latina a Puerto Rico o Colombia. De una generación nueva de artistas jóvenes argentinos que están llenando estadios. Se le eriza la piel.

Alejo Acosta no para. Ni de vacaciones. Le pillo en una ciudad costera de México, disfrutando de unos días de playa, pero me atiende con diligencia. Y me cuenta que viene de estar unos días en la Patagonia, una zona muy tranquila al sur de Argentina. Terminó volviéndose un par de días antes para meterse en el estudio a grabar algo antes de volar para México, y cuando se acercaban las fechas del viaje decidió echarlas tres días para atrás para seguir grabando antes de ponerse otra vez en mood vacacional. “A nosotros nos gusta trabajar, y descansamos nada más porque toca recuperar energía, si no no descansaríamos nunca… en paralelo de que es mi trabajo, es la actividad que más disfruto en mi vida. Si tengo que elegir entre hacer cualquier otra cosa en el mundo e ir al estudio o salir a tocar, elijo eso siempre”. Así que sus días normales son así: una espiral de trabajo que se confunde con los sueños. Menos mal que nunca le gustó mucho dormir.

La clave para él está en el equilibrio. “Suelo ser bastante extremista, pero más que nada para enderezar la nave: si estoy mucho tiempo trabajando, sé que tengo que volver a Buenos Aires a internarme un tiempo con mi familia, con mi hijo, mi gente, relajarme con mis amigos. Y lo mismo al revés: si estoy mucho tiempo muy tranquilo digo ‘bueno pará, hermano, hay que volver a trabajar’. Hay que estar ahí sacándole el jugo a la naranja, ¿viste? Cuando ya te estás pasando mucho de una cosa tienes que ir corriendo a la otra. Además, yo necesito irme para extrañar”.

Ese mismo equilibrio también lo ejerce entre la paciencia y el ego. “Siempre he estado convencido de que la música que yo estaba haciendo iba a ser histórica”, confiesa cuando recuerda los tiempos de La Mansión, una casa de dos plantas que rentó con Duki durante los últimos meses de El Quinto Escalón y desde la que, un poco sin quererlo, pusieron junto a Neo Pistea y otros pioneros la primera piedra del trap en Argentina. “En ese momento tenía mucha más hambre que ahora incluso, aún con más incertidumbre ya me imaginaba dejando un legado enorme. Nosotros siempre estuvimos muy seguros de apostar por la música, y el trap fue el sonido que encontramos para expresarnos y que amamos hasta el día de hoy. Ni loco pensaba que iba a salir mal, pero al mismo tiempo tampoco me imaginaba que era tan fuerte lo que estaba pasando en ese momento, estábamos cambiando el juego. Éramos adolescentes jóvenes -y un poco alocados- buscando hacer de las nuestras”. La Mansión fue algo generacional, que se fijaba sin querer en otros fenómenos de la época como los GothBoiClique de Lil Peep o la Drain Gang de Yung Lean. “Ayer justo lo hablaba con Duko. La casa siempre estaba llena de gente, pero lo que más recuerdo es que en ese momento todos estábamos grabando todo el tiempo, todo lo que nos pasaba lo convertíamos en una canción. De repente yo estaba en mi cuarto y escuchaba a alguien grabar y bajaba y nos montábamos, sin pensar nada… Hay canciones de esa época que son una sola toma de freestyle, como Nati. Tener el estudio, la creatividad y la composición tan prendidas es algo muy productivo y muy fuerte”.

Está claro que siempre ha tenido la ambición de trascender, dejar huella. Pero, curiosamente, al mismo tiempo ha sabido darse su espacio. Nunca tuvo prisa por petarlo porque siempre se sustentó en una implacable seguridad. Equilibrio. “Siempre he sido de dar pasos muy seguros. Por más que he hecho locuras y jugadas bruscas, en el fondo yo siempre estaba muy seguro de hacerlo”. Y recuerda que lo primordial para él fue ir armando un equipo propio, personal, que le pudiera soportar todas las locuras que se le iban ocurriendo. “Me concentré más en eso, quizás. Y por eso no me volví tan loco con las velocidades de la industria o del mercado”.

Durante esa etapa su trabajo en Modo Diablo sentó las bases del cambio de paradigma en Argentina, pero el eco de su decisión de acabar con El Quinto Escalón pesó. “Recibí mucho odio en ese momento: ¿estar matando al Quinto para irme a hacer trap? Muchos me querían ahorcar en el Parque de Rivadavia. Pero siempre sentimos que estábamos haciendo algo que no se había hecho, que era adelantado al menos en cuanto a lo que se escuchaba en Argentina. Y que tarde o temprano íbamos a acabar haciendo historia”. El tiempo les dio la razón, y a su persistente apuesta por la profesionalización. “Profesionalizarse es necesario. No te puedes quedar siendo ese niño soñador que quiere ser artista, porque justamente para vivir de tu arte tenés que hacerte más profesional”, razona. Ay, las contradicciones del arte y el negocio. Y, de nuevo, el equilibrio. Cuando ha sentido que podía estar en riesgo su frescura por tanto rigor, tantas estructuras y planes predefinidos, ha querido recuperar ese espacio de juego que, dice, le recuerda a “cuando hacía las cosas simplemente porque me hacían feliz”.

“Ahora estoy en un momento muy bueno porque estoy muy libre. El año pasado tenía las cosas muy estructuradas: ya tenía claro que iba a sacar dos álbumes porque el de Bhavi ya lo tenía seguro y faltaba el mío de rigor del 11/11, así que todo el año hice música enfocada a esos dos discos”, cuenta. “Cuando vos estás componiendo para hacer un disco estás limitado de alguna manera por las condiciones que ese disco conlleva. Pero ahora estoy componiendo re libre. Voy al estudio y si quiero me hago un re trap, un boom bap, si quiero me mezclo un boom bap con una parte de electrónica en plan más drill… no hay límite ahora”. Y aunque no sea así, YSY A siempre encuentra una fórmula. E-qui-li-brio: en el disco con Bhavi ya tenía cubierta la parte del trap, así que para su disco propio pensó en dar rienda suelta a unas apetencias electrónicas que ya habían asomado en su discografía prácticamente desde el principio –Casi un G, que se acerca al trance; Vamo a darle, más house; Pastel con Nutella…-. Y, para salir de su zona de confort y convertirlo en una experiencia enriquecedora -“siempre me gustó montarme en cualquier tipo de beat, y muchas veces cuanto más difícil mejor”, afirma sin problemas-, salir a grabarlo por toda Europa (España, Berlín, Londres, Copenhague, Ibiza…) con Oniria a los mandos de la producción y cameos de Duki, Quevedo, Lara91K o Xina Mora.  “Llegábamos a una ciudad y montábamos el estudio de una, ni la dudábamos. Y eso le da mucha frescura, así que hay una fórmula para encontrar eso, el equilibrio entre la profesionalidad y la frescura, porque si no vivís cosas interesantes no tenés nada que contar. No podés estar adentro del estudio todo el tiempo”. El after del after, finalmente, es el testimonio en modo clubber de un artista permanentemente inquieto.

Y desde esa inquietud, una de las cosas que más han sorprendido a lo largo de su carrera es su obsesión con traer el tango al s. XXI, misión compartida especialmente con Duki. “El tango me lo trajo mi joyero, Don Roque. Él me lo enseñó cuando era más chico, y él fue el primero que me llevó a un estudio con tangueros, y tuvo la idea de mezclarlo. Es tercera generación de joyeros y toda la vida estuvo en el Microcentro, en el barrio del Obelisco en Buenos Aires, donde estuvo el tango toda la vida. A él le gustaba mucho el rap, pero cuando empezamos a conocernos me dijo: ‘Vení que te voy a enseñar a qué suena Buenos Aires’. Me presentó a gente muy grande, pudimos hacer Traje unos tangos, y después he mezclado un montón de veces y hasta he llegado a hacer música con Gustavo Santaolalla -para su colaboración con la banda Bajofondo, Sonido nativo del río-”.

A día de hoy sabe detectar que el alma del Alejo que creó El Quinto Escalón en 2013 es la misma que hizo de YSY A un artista. Y que dio alas para que una generación nueva de artistas jóvenes argentinos llene estadios y mire de tú a tú a Colombia o Puerto Rico. Él seguirá a lo suyo. “Vamos a darle con todo en 2024. Ya la gente que me sigue sabe que todos los 11/11 se viene un disco mío”. Tic-tac.

 

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