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ENTREVISTA | BEEN STELLAR

ENTREVISTA | BEEN STELLAR

Por: Diego Rubio

Tenemos muy romantizada la nueva York de los años grandes del indie rock que retrata ‘meet me in the bathroom’, pero la realidad actual es bien distinta: una banda así tiene que pelear para reclamar su espacio entre propuestas urbanas, experimentación jazz y ritmos latinos. y así son been stellar: unos luchadores de la nostalgia que han conseguido darle un aire nuevo al sonido de bandas míticas neoyorquinas como blonde redhead vía postpunk inglés, y a la que entrevistamos poco antes de que actúen en el madrileño wizink center como teloneros de the 1975. Dirty hit, campeones de los hypes, editan su debut largo, ‘Scream from new york, ny’.

El sueño de montar una guitar band dista mucho, a día de hoy, de los ideales de hace no tanto tiempo. Been Stellar llevan bregando para hacerse un hueco en el universo rock desde hace más de seis años, y han visto cómo una pandemia truncaba sus planes de expansión, pero también cómo el propio sistema empezaba a oscurecerles. “Durante muchos años hemos estado haciendo simplemente lo que nos gustaba, que es tocar música entre colegas e ir tirando. No teníamos nada claras las posibilidades del grupo… Hay un millón de cosas pasando a la vez en Nueva York, y una banda de rock no es lo más interesante”. Skyler St. Marx conoció a Sam Slocum cuando eran pequeños y durante el instituto, en Michigan, anduvieron en varias bandas juntos, hasta que decidieron mudarse a Nueva York para estudiar en la universidad. Allí conocieron a Nando Dale, Nico Brunstein y Laila Wayans, con quienes finalmente dieron con la formación que compondría Been Stellar. Y allí se dieron de bruces contra la cruda realidad: “Nueva York es difícil porque hay un montón de gente talentosa en todas partes, y el hecho de estar en una banda y hacer la música que nosotros hacemos ya no es necesariamente tan cool como podía parecer hace diez años”, reconoce Skyler. Y Nando completa: “Además es una ciudad muy hostil para una banda que está empezando: lo ves en el metro, por ejemplo, cuando te encuentras con otros chavales que están igual que tú, cargando todo el equipo en un vagón… no es una ciudad en la que sea fácil tener coche, por ejemplo. Nosotros somos muy afortunados de tener al menos un sitio donde ensayar: incluso eso es difícil de encontrar en esta ciudad”.

Lo hacen en el sótano de Sam; tiene la suerte de tener uno en Brooklyn. “Realmente Brooklyn sigue siendo el único sitio en el que la gente todavía puede al menos plantearse alquilar un apartamento. Y si eres artista incluso Brooklyn se ha puesto imposible ahora”, dice Sam, que es muy consciente y muy crítico con las derivas ultracapitalistas del mundo contemporáneo. “En Europa podéis ir por la tarde a cualquier sala pequeña, pagar una entrada asequible y ver a un grupo sin mirar si quiera quién toca… muchas veces incluso son gratis. Y hay bandas increíbles. Eso no existe en EE UU, aquí existe internet. Por eso creo que toda la movida de Soundcloud y de bedroom pop tuvo tanto impacto aquí, porque es así como nos podemos permitir consumir música”. Esos modos de consumo se traducen en modas, que se traducen en movimientos, que se traducen en inversiones. Pero a ellos les mueve la contracultura: “Nuestra biblia es la Velvet Underground, pero lo que me parece realmente inspirador es la era de Nueva York que empezó a desarrollarse en los noventa, antes de toda la explosión Strokes: cosas tipo Bowery Electric. Todavía no había esa obsesión con la industria, con la idea del producto: creo que son bandas que no hacían música, hacían arte. Eso es lo que perseguimos nosotros”.

De hecho, tienen una relación complicada con lo que representan los Strokes. “Lo hicieron muy bien y su primer disco es increíble, pero también creo que en cierto modo fue dañino todo lo que les rodeó. Prácticamente cualquier grupo de Nueva York, incluso en todo EE UU, que coja unas guitarras después de ellos y se ponga en plan indie rock ya va a sentirse muy condicionado para hacer algo en esa línea, el propio sistema te empuja a ello. Nosotros mismos lo hemos hecho al principio: hay una especie de inercia con ellos, esta idea de que tienes que sonar a ellos si quieres molar”. Y, efectivamente, de canciones como The Poets al EP homónimo que lanzaron en 2022 con el sello inglés So Young Records -que entendería mejor que la industria estadounidense un viraje hacia el noise y el postpunk- hay un salto evidente. “Uno de nuestros grandes aprendizajes ha sido el desaprender todas esas influencias”, reconocen. Apenas cuatro meses después de aquel Been Stellar les empezaron a llover ofertas discográficas y finalmente se decantaron por Dirty Hit, que ahora edita su debut largo: Scream From New York, NY. Producido por Dan Carey, culmina un proceso de difuminación que les aleja aún más de lo que podría ser -y no será- una nueva escena neoyorquina que les acerca al sonido británico, pero también, paradójicamente, a Blonde Redhead. “Somos colegas de tres o cuatro bandas en NY y tocamos con ellos a menudo, pero yo creo que esos tiempos de una escena neoyorquina de indie rock ya quedaron lejos. Hay escenas en Nueva York, y sigue siendo una capital mundial musical de la que sale música increíble, pero ya no es necesariamente música de guitarras o rock. También creo que todo hay que verlo en retrospectiva, y que para hacer una escena también necesitas unos medios que miren hacia ella: en ese momento fueron esenciales para crear esa idea de escena; ahora los medios ponen el foco en otras cosas. Y aun así pasa de todo y está todo muy esparcido: hay bandas en Manhattan que viven de esto muy tranquilas, y hay muchos sitios para tocar también. Nosotros salimos mucho por Manhattan realmente”. ¿Quizá alejarse es una forma de reconciliarse con el punto de origen?

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