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ENTREVISTA | ANA ONCINA

ENTREVISTA | ANA ONCINA

Por: Irene Domínguez

La ilustradora alicantina lleva su pulso cotidiano y sus preocupaciones humanas a la ciencia ficción en ‘Planeta’, su primera incursión larga en el manga. Lo presentará en Tenerife y en el Manga Barcelona 29

A Ana Oncina el reconocimiento le vino, literalmente, “de coña”. Su pareja le animó para enviar Croqueta y empanadilla (2014) a la editorial, y la broma terminó en forma de respuesta de La Cúpula invitándola a publicar el cómic. Nunca dejó de trabajar, como camarera en un hotel, en un restaurante de la playa… su sueño era irse a vivir a Barcelona, y “vivir del cómic es muy complicado”, reconoce: la prioridad siempre fue sobrevivir. Siguió estudiando Bellas Artes y asentando su lugar en el mundo de la ilustración mientras ahondaba, confiesa, en el cómic europeo, francés. “En ese momento quizá tuve más influencia de ese tipo de humor, la idea de la tira corta… y eso marcó mi forma de aproximarme a la ilustración: en Just Friends (2022), por ejemplo, todo era un plano cotidiano sobre cómo se conocen las personas en un campamento”. Esa cotidianidad se ha convertido en un reflejo de la obra de Oncina, pero en Planeta la autora alicantina quería ir un paso más allá. “Me interesaba desarrollar una historia con un giro que se alejara de lo cotidiano”, cuenta. “Y, además, yo empecé leyendo mucho manga, llevaba mucho tiempo queriendo hacer una historia así, más de corte manga, y tocar otro tipo de temas”.

Su última obra se adentra con sensibilidad en el terreno de la ciencia ficción a través de la historia de Ane y Valentina, que viven una realidad paralela en forma de sueño que resultan ser dos vidas contrapuestas. “Es una idea a la que llevaba dando vueltas desde hacía tiempo, pero no me sentía lo suficientemente cómoda como para llevarla a cabo, con las habilidades suficientes”, reconoce. Ahora que está preparada y puede darle la forma que tiene en su cabeza, se ha dado cuenta de lo mucho que ella y su historia han cambiado en este lapso de tiempo. “En principio iba a ser una historia corta, y tenía un poso más ecológico. La idea era crear un personaje que nunca hubiera conocido la naturaleza y empezara a generar una curiosidad extrema que no encuentra eco en su pareja, que sí la ha conocido y por tanto lo tiene más superado”. Pero Planeta ha terminado convirtiéndose en una historia sobre las relaciones humanas, sobre las expectativas y sobre el puzle que forman las propias necesidades con las ajenas. “Sí que tenía muy claro el final y el desencadenante: Ane es feliz en su vida y Valentina no, por eso busca respuestas a ciertas cosas. Hay una tensión entre el conformista y el inconformista, que comienza a entrar en un bucle del que es muy difícil salir”. Pero Ana se terminó centrando en las implicaciones que para los dos personajes tenía su propia relación y el mundo que les rodeaba. “Me interesaba reflejar no solo cómo lo vive la protagonista, sino la manera en que lo experimenta su pareja, que es quien convive con ella y quien al final intenta que ella esté cómoda. Pero es algo que no sabe abordar, no se ve con la capacidad suficiente para poder gestionarlo”.

Valentina, para Ane, se convierte en algo inaccesible. Es su refugio, pero al mismo tiempo cada vez parece más difícil penetrarlo. Y a Valentina cualquier decisión ajena a sí misma, incluida la propia Ane, le genera rechazo: le hubiera gustado ser dueña de sus propias decisiones. Esta lucha marcará todo Planeta. “Valentina no puede plantearse nada, no tiene ninguna opción. Le están repitiendo que todo es ideal y que vive con la persona que tiene que vivir porque están hechas la una para la otra. Pero ella se plantea más: ‘¿Es cierto que siento esto por ella? ¿Por qué lo siento? ¿De qué manera he llegado hasta aquí? ¿Por qué no puedo salir de estas cuatro paredes?’. El sentirse tan encerrada le lleva, paradójicamente, a enclaustrarse en ese mundo paralelo que ella misma se construye cuando va a dormir. Es el lugar al que ella escapa”. Resulta inevitable que surjan las dudas: ¿y si fuera realmente cierto que están hechas la una para la otra?

En último término, un giro de guion pone todo Planeta patas arriba. Y aunque puedan surgir dudas entre cuál de los planos de la historia es el real y cuál el paralelo, Oncina lo tiene claro: “Para mí es bastante evidente que la línea argumental real es la que transcurre en el futuro. Pero me gusta jugar con esa ambigüedad, y por eso decidí empezar el relato en la cabaña, que es un entorno que nosotros asociamos a la normalidad, a nuestra realidad”. Esa dualidad que vertebra la obra se plasma en la paleta cromática escogida por Oncina para dar vida a su Planeta. Los colores cálidos representan una vida acogedora y apegada a la naturaleza, mientras que los fríos aluden a una vida distópica en un mundo paralelo en el que la Tierra se ha extinguido para siempre. “Al principio la idea era hacerlo en blanco y negro. Pero, cuando me puse a trabajarlo me resultaba obvio que uno de los espacios en los que trascurre la historia era más frío y monótono. Si utilizaba blanco y negro en los dos espacios era muy difícil hacer esta distinción. Así que decidí utilizar dos paletas. Estuve probando entre el verde y el azul para lo frío, y el verde me dio la sensación de ser más extraterrestre”.

Son contrastes que se perciben a lo largo de las páginas de Planeta, en las que la artista canaliza, quizá como nunca antes, el influjo de Taiyo Matsumoto, autor de Sunny, y la limpieza clínica y el amor por el detalle de la obra de Chris Ware. “Creo que a veces tengo una especie de mix entre esos dos autores: me gusta mucho cómo trabajan la cotidianidad, los estilos tan distintos que tienen y cómo cuentan las cosas, con una ternura con la que es muy fácil sentirse identificado”. La cabaña es la energía cálida, encarna una idea de refugio, tiene algo tangible y a la vez inamovible. Nebulón, por el contrario, es monótona y neutral, aunque con infinitas posibilidades. “En la historia te venden que si te pones unas gafas de realidad virtual puedes hacer lo que quieras e ir adonde quieras: para unos es cómodo, pero no para todos”.

Se puede trazar un paralelismo con nuestras vidas y el espacio que le cedemos a la tecnología. “Ahora puedes vivir tu vida a través de otras personas, a través de sus redes sociales, a través de todas las experiencias, reales o no, que se comparten en Internet”, continúa. Y para algunos es cómodo… pero no para Valentina. Planeta, en el fondo, va sobre encontrar el equilibrio. Sobre hallar el pacto entre nuestras dos mitades, con nosotros mismos. Sobre aprender a no conformarse y sobre conformarse sin perderse a uno mismo. “Cuando entras en los treinta a veces te planteas si deberías haber hecho esto o lo otro, si realmente quieres lo que tienes y tienes lo que quieres… Supongo que es normal y que son interrogantes que vas respondiendo con la edad. Al final sigues recorriendo el camino que inconscientemente has elegido”.

Ahora dice que le gustaría retomar Croqueta y Empanadilla con algún libro. Su camino la ha llevado a ser elegida como una de las 30 personas menores de 30 más influyentes en el ámbito de la creación, aunque ella reconoce con gracia y un poco de burla enternecedora que “ojalá ser una de las 30 más ricas”. Lo que no es ninguna broma es su trayectoria, que con Planeta se confirma como una de las más estimulantes, sensibles y subtextuales de nuestro cómic. Una guía para los autoestopistas galácticos que andamos perdidos por el ciberespacio esperando un compañero, esperando una respuesta.

Planeta: Realidad y Ficción

A través de la historia de Valentina, que vive en una acogedora cabaña con su perra y todas las noches sueña con un futuro distópico en el que se encuentra aislada junto a su compañera, Ane, en un planeta en el que los humanos se agrupan solo por parejas creadas “la una para la otra” de manera artificial, Ana Oncina reflexiona sobre las relaciones amorosas contemporáneas, la salud mental, el mórbido avance tecnológico, la destrucción de la Tierra y el colapso climático y ambiental. En el sueño, que termina tornándose en una pesadilla muy real, la Valentina aspiracional comienza a entender que no es felicidad lo que experimenta en Nebulón, y que el sueño de verdad está en esa vida en la Tierra que nunca llegó a conocer. ¿O era al revés?

Ana Oncina

(Elda, 1989) Conocida en el mundo de la ilustración gracias a su serie Croqueta y empanadilla -premio del público en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona en 2015-, donde trata el humor desde lo cotidiano, en los últimos años ha publicado Los f*cking 30, las historias Neko Grl y Mangaka en la revista Planeta Manga, y Just Friends, además de haber participado en la antología Voces que cuentan. En 2017 fue incluida en la lista Forbes de los creadores menores de 30 más influyentes del momento.

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