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ENTREVISTA | TKAY MAIDZA

ENTREVISTA | TKAY MAIDZA

Por: Ricky Lavado

De Zimbabue a Australia y, de ahí, a Los Ángeles. Parece que el mundo se le queda pequeño a la rapera Tkay Maidza, que tras deslumbrar a propios y extraños con un contundente primer disco y una interesantísima serie de EPs lanzados entre 2018 y 2021, desembarca en Estados Unidos con un segundo trabajo, el flamante ‘Sweet Justice’, que no hace sino confirmar lo que ya se venía comentando a gritos: Takudzwa Victoria Rosa Maidza es uno de los talentos más interesantes del panorama urbano internacional. Y además todo apunta a que tiene mecha para rato

Tras hacerse con el control de la escena urbana australiana con ese golpe sobre la mesa que fue su primer trabajo –Tkay, 2016-, Takudzwa Victoria Rosa Maidza, más conocida como Tkay Maidza, tenía claro que el siguiente salto lógico en su vertiginosa carrera pasaba por asentarse en California y desde ahí construir su disco de confirmación. Dicho y hecho. Se mudó a Los Angeles, aunque en ese momento tuvo que replantearse muchas cosas sobre su vida y su carrera tras perder casi todas sus amistades. “Fue una lección. Empecé a escribir canciones muy tristes porque al principio no sabía en qué consistía, y después de pasar un tiempo sin escribir nada llegué a la conclusión de que mi historia no era lo que me había pasado, sino la manera que encontraba de superarlo. De repente las canciones se convirtieron en algo poderoso”. Y de ahí salió el título, Sweet Justice: dejar que el universo se encarge de las cosas termina resultando siempre en justicia poética. “El disco es como un diario para mí; un diario en el que hablo de esas experiencias y de cómo sané y aprendí esas lecciones”, confiesa con tono kármico.

Esa idea de superación, de lucha y de autoafirmación atraviesa el disco de principio a fin y lo convierte en una especie de manual combativo y peleón; una suerte de guía para sortear las vicisitudes vitales a las que Maidza ha hecho frente en los últimos tiempos, con el ánimo de convertir su relato en algo universal. “Es importante protegerme y luchar por lo que quiero. Pero también hay una parte de esa lucha que tiene que ver con enfrentarme a mí misma: siempre hay una parte de mí que dice: ‘¡Ok, vamos a hacerlo!’. Mientras que por otro lado pienso: ‘¿Realmente estás preparada para esto?’. Cuando me enfrenté a la tarea de hacer este disco sentí que era el momento de arrancar un nuevo capítulo en mi vida. Al salir de Australia rumbo a Los Angeles aprendí una cosa rápidamente: tiendo a dejar que la gente se acerque demasiado. Doy mucho a los demás, y suelo permitirle a la gente que se salga con la suya. Supongo que asumí de entrada que la gente iba a ser amable. Aprendí que en la vida es muy importante saber cómo y cuándo dejar ir a las personas, porque nunca cambiarán si lo que son como seres humanos es, básicamente, algo malo. Mantengo una relación muy fuerte de amor/odio con Los Angeles: me encanta la idea de ser una nueva Tkay aquí, y estoy rodeada de amigos con puntos de vista similares a los míos, con los que comparto mi perspectiva de la vida, y eso es algo muy bonito. Pero, por otro lado, vivir aquí significa tener que maniobrar y moverme dentro de la industria musical y atender a la parte de los negocios, y eso significa estar todo el tiempo alerta, vigilando a la cantidad de serpientes que se esconden entre las sombras. Eso es lo difícil; sentirme segura en este ambiente que muchas veces es tan hostil, pero a la vez es algo que me ayuda a crecer como persona”.

Lógicamente, el modo de vida angelino parece haberse convertido en la nueva normalidad de Maidza. La popularidad, el ritmo frenético de vida y trabajo, la exposición a los focos mediáticos, la industrialización masiva del hecho musical. Tras colaborar con JPEGmafia o Killer Mike, telonear a Billie Eilish, fichar por el prestigioso sello 4AD o protagonizar una campaña de Apple interpretando una versión de Pixies en clave dark r’n’b, el estreno de Sweet Justice llega precedido de una enorme atención, que ya pone sobre la artista la presión de representar uno de los mayores fenómenos recientes en el universo del rap contemporáneo más ecléctico y desacomplejado. “Es interesante porque todavía estoy intentando encontrar la forma idónea de exponerme, pero a la vez mantener una separación entre todo eso y mi vida personal”, dice ella, consciente de que son cuentas a veces incontrolables y que el ego siempre tiende a convertirse en tu mayor enemigo. “Las redes sociales, Internet… esas cosas te pueden consumir, y siempre acabo necesitando alejarme. Supongo que la clave de todo es encontrar ese equilibrio en el que tú consigas sentirte bien, en el que te sientas tú misma y no lo que todo el mundo espera que seas”. Intentar encontrar algo de tiempo para ella misma, poner barreras y límites, y mantenerse alejada del spotlight son algunas de sus fórmulas; pero sabe que cuando va de gira todo se escapa un poco de las manos, se vuelve impredecible. “Es difícil de llevar porque en los conciertos estás ofreciéndole algo al mundo, estás aceptando el foco, te conviertes en un tema de conversación porque te estás exponiendo… Y de repente todo el mundo da por hecho que su opinión cuenta, aunque sean mis conciertos y haga en ellos lo que a mí me da la gana”, afirma convencida. Aunque luce uñas de gel, no necesita sacarlas para demostrar que arañan.

El resultado de tanto ajetreo vital es una muestra del dulce estado de gracia creativo en el que Tkay Maidza vive hoy en día: Sweet Justice es un trabajo ecléctico, explosivo y plagado de sorpresas, a lo largo del cual la rapera brilla de mil formas diferentes. Hay espacio para el baile, el enfado, la experimentación y la rudeza en un conjunto coherente y completo con producción futurista y sonido cristalino. “Me encanta el indie pop, adoro el r&b, el rap alternativo… intento tener siempre la mente abierta. En este disco quería centrarme mucho en la música house, pero también hay rap hardcore… Creo que captura la mejor música que soy capaz de hacer ahora mismo”. Y a su mejor versión no le interesa ceñirse a ningún género, tan solo hacer las cosas bien, empujar sus propios límites sonoros y, cómo no, rodearse de colaboradores que entiendan su visión y que le den forma a sus alas. Justo es destacar, de hecho, el trabajo de los productores Flume y Kaytranada como cerebros principales detrás del sonido de Sweet Justice. “Aparte de ser músicos increíbles, ambos son productores inquietos que quieren oír cosas que no hayan escuchado antes, y en eso me identifico muchísimo con ellos. Nos encanta forzar los límites en nuestras colaboraciones, disfrutamos poniéndonos a prueba mutuamente para ver de qué manera podemos hacer cosas que nos resulten inspiradoras a todos. Cada productor que ha colaborado en el disco ha tenido esa actitud de mantener la mente abierta, tener ganas de explorar posibilidades y llevar las canciones por los caminos que nos apeteciera en cada momento. Siempre experimentando, siempre buscando hacer algo cool, sin aceptar límites”. Sweet Justice no los tiene, pero mucho menos una Tkay que sabe enfundarse el mono de trabajo cuando hace falta, que en el mismo mono es capaz de esconderse un látigo y que ha dominado el complejo de arte de saltar entre los géneros como si fueran tejados. Te arañará el corazón.

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