ESTRENOS | «AS NEVES»
POR: FERNANDO BERNAL
En un pequeño pueblo gallego, tras una fiesta de Carnaval, una chica desaparece y una nevada deja incomunicada a la población. A partir de aquí, la cineasta local Sonia Méndez propone un drama psicológico que es un acercamiento generacional, personal y poético a la adolescencia. Exento de moralismos y perspectivas adultas, natural y cercano con sus protagonistas. Un filme en el que surgen temas como el bullying o el consentimiento, pero que realmente habla sobre la soledad en un mundo hiperconectado.
“As neves es un drama psicológico adolescente que muestra cómo la vida de una pandilla que vive en un pueblo remoto se ve sobresaltada por la desaparición de una de sus compañeras. Este suceso inesperado desestabiliza la forma de ser de estos jóvenes, que viven en un entorno aislado, pero también en continuo contacto con el mundo a través de sus móviles”. Así define Sonia Méndez su película. As Neves también es el nombre de un pueblo gallego en la montaña, un pueblo en el que todo el mundo se conoce. La acción comienza durante una fiesta de carnaval, cuando una pandilla de amigos prueba las drogas alucinógenas por primera vez, bailan desinhibidos, se divierten… y en la que se difunde un vídeo en el que aparece una de las chicas de la pandilla. Es la joven que desaparece al día siguiente, y su búsqueda coincide con una gran nevada que incomunica al pueblo y que provoca que se ‘caiga’ Internet, algo que cambia la forma de relacionarse de los jóvenes con el mundo.
La cineasta gallega Sonia Méndez dirige su primer largo de ficción tras estrenar el documental A poeta analfabeta (2020). “Nunca pensé que fuera a hacer un documental. Siempre he escrito y trabajado en ficción”, reconoce. “El documental fue algo que surgió por el camino, se cruzó. Trata sobre una poeta gallega de izquierdas”. Por eso quizá As Neves tiene cierta mirada observacional, que conecta de algún modo con el mundo documental. “La segunda parte sí que tiene esa mirada. Me interesaba, más que lo que les pasa a estos jóvenes, saber cómo esto les afecta, les cambia sus vidas o cómo lo viven. Sé que hay algo de seguimiento observacional de esos personajes que son ficción y que de alguna manera podrían no serlo. Se trata de plantar una semilla al principio de la película y luego seguir ese proceso, y en eso sí que hay una parte de pararse a mirar desde fuera. No sé si lo hago de una manera muy consciente, pero sí que parto de esa idea de estar con los protagonistas todo el tiempo”.
Muy a menudo aparecen casos reales en los medios sobre vídeos grabados sin consentimiento, que pertenecen exclusivamente a la intimidad de quien los protagoniza. “Sin embargo, no tenía interés especial en este tema. Sí en hacer un retrato contemporáneo y actual, que tuviera que ver con los mundos digitales a través de los cuales se relacionan. De la manera más honesta posible, además, que fuera un retrato desprovisto de todo el artificio adolescente. La película se presenta a través de su naturalidad, no desde una perspectiva adulta. No quería adoptar un punto de vista moralista. La pregunta que me gustaría que se hicieran los espectadores adultos es: ‘¿Qué habrías hecho tú si en tu adolescencia hubieras tenido un móvil?’. La adolescencia siempre es igual, hay miedos, dudas, se viven las cosas por primera vez… Lo que cambia son los universos en los que se mueven los jóvenes en cada momento. En la adolescencia vives todo con mucha intensidad. Son sentimientos que no controlas. Si yo hubiera tenido un móvil con 16 años quizá también me habría pasado lo mismo”.
ECOS DE GUS VAN SANT Y CÉLINE SCIAMMA
Sonia Méndez se declara fan de Twin Peaks, y el lugar elegido para rodar la película, un pueblo aislado, recuerda a los escenarios de la mítica serie de David Lynch, pero las conexiones entre ambas obras parecen ir un paso más allá. “Supongo que algo que revisitas muchas veces y que tienes en la cabeza siempre te influye. Twin Peaks se hizo una vez, y a partir de ahí todas las series se pueden relacionar con ella. Al final se trata de un pueblo donde nunca pasa nada y, de repente, comienzan a pasar muchísimas cosas. Me gusta mucho esa premisa. Quizá el tema de poner el título que es el nombre del pueblo sí que tiene algo que ver, pero no es el referente principal que puse en mis notas de dirección”. Ella prefiere hablar de Gus Van Sant como referente. “No es para nada actual, porque son películas de comienzos de los años dos mil, pero me marcaron muchísimo”. El Van Sant de Elephant (2003) y, sobre todo, de Paranoid Park (2007). “Es una película que me encanta y que me impactó mucho por la narrativa, por cómo se acerca al mundo adolescente, por su estética…, y por cómo se oculta algo que no se sabe gestionar. Consigue que sientas el agobio que tiene el protagonista en la cabeza. Esa peli es un referente claro. Después está Céline Sciamma con Girlhood (2014), y otras muchas películas con retratos adolescentes. No tiene nada que ver, pero Kids (1995), de Larry Clark, que es una película de mi generación, también me marcó por su forma de retratar las pandillas adolescentes y su aburrimiento. No digo que yo fuera hacer Kids, ni mucho menos”.
De los protagonistas principales, solo David Rodríguez contaba con algo de experiencia en cine, mientras que Andrea Fernández y Antía Mariño llegaron a la película por casualidad. El equipo del filme realizó un casting muy exhaustivo por Galicia y vieron a casi seiscientos chavales. “Primero lo soltamos por redes y luego conocimos a todos los que quisieron venir. La primera ronda fue una entrevista, nada más. Queríamos hacer una película con adolescentes gallegos y en gallego. Había que tener la intuición de poder montar una pandilla con chavales que no se conocían entre ellos. Luego también trabajaron con una coach, una profesora de teatro de chavales, y se generaron dinámicas. Construimos la pandilla y luego vimos en qué personaje encajaba cada uno en base a cómo se relacionaban o cómo podían alcanzar ciertos estados emocionales”. Posteriormente se desplazaron a Fonsagrada (Lugo) -el pueblo donde se rodó la película realmente-, y allí improvisaron en el mismo local en que se reúnen los protagonistas en la película. Durante esas primeras entrevistas, escuchó muchos casos de bullying. “Igual que les preguntaba por la música, también les preguntaba por estos temas o por cómo se relacionaban en redes sociales”.
En sus notas de producción, la cineasta define su película como el retrato de la generación más hiperconectada pero que a su vez vive en entornos aislados, ese entorno rural en el que se desarrolla el filme. “Tenía una curiosidad, quería saber cómo es vivir con toda esta hiperconexión actual en un ambiente aislado. El contraste entre lo digital y lo natural. Viven en mundos que todavía son muy analógicos. Me fascina que tú puedas tener todo el universo, las músicas, las pelis, pero… ¡cómo se gestiona esto! Al final no vives nada como acontecimiento, nada te marca y todo te pasa. En estos entornos rurales parece que los adolescentes están más aislados, pero quizá estén menos solos que un chaval en una ciudad frente a un ordenador. También me gustaba ese paralelismo, el contraste entre la hiperconexión y el aislamiento se puede dar en cualquier adolescente y en cualquier sitio”.
UN MITO DEL SHOEGAZE TRAS LA BSO
Andy Bell es un músico británico miembro de la banda inglesa Ride, una de las referencias más míticas del shoegaze. Una verdadera leyenda de la música british de las últimas tres décadas que también ha formado parte de Oasis y Beady Eye, y que firma la BSO de As Neves. Un trabajo que le ha permitido mostrar una nueva faceta, menos noisy y más ambiental, dentro de lo que es su larga carrera. “Es mi primera composición para un largometraje y el proceso fue todo lo que soñé que podría haber sido. Sonia Méndez es una directora con mucho talento y tenía una idea muy clara de lo que quería de la música de la película, lo que me ayudó mucho. Fue una suerte que estuviéramos tan en sintonía, ya que lo que ella quería parecía funcionar muy bien con lo que yo imaginaba, así que el proceso fue muy rápido. Durante la grabación en Galicia tuve la suerte de poder trabajar con Xavi Font -productor musical de la BSO de la película-, que me enseñó mucho sobre composición durante el proceso de producción. Por supuesto, Galicia es una parte importante de la película, y Sonia y Nati -Nati Juncal Portas, fundadora de la productora Cósmica junto a la propia directora- me llevaron de turismo al principio del proceso de grabación, para que pudiera apreciar y conocer un poco el sentimiento de la zona. Creo que esto fue muy importante”.