ENTREVISTA | FÉLIX MARITAUD
POR: Felipe Rodríguez Torres
La escena drag del Toronto contemporáneo le sirve a Sophie Dupuis para entregar en su tercer largo un relato, galardonado en el pasado festival de Toronto, en escala de grises sobre el amor propio, las inseguridades y los peligros de las relaciones tóxicas.
Las rivalidades y las relaciones profesionales dentro del mundo del espectáculo se han convertido casi en un género en sí mismo desde que Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz, 1950) lo popularizara y, tres décadas después, Paul Verhoeven lo llevara al paroxismo en su fundamental Showgirls (1995). Posteriormente autores como Satoshi Kon en Perfect Blue (1997), Darren Aronofsky en Cisne negro (2010) o, recientemente, Luca Guadagnino en su remake o reinterpretación de 2018 de la Suspiria original de Dario Argento (1977) introdujeron esta suerte de subgénero en los terrenos del horror. Relatos en los que la competitividad laboral y la búsqueda de alcanzar el estrellato a cualquier precio se fusionan con unas pasiones y pulsiones sexuales y sentimentales exageradas, frenéticas y delirantes, que dan fe de ese horrible dicho de que “los que se pelean se desean”.
La directora canadiense Sophie Dupuis, sin embargo, en el que es su tercer largometraje, consigue darle una vuelta de tuerca más a este tema. Y lo hace situando la historia en el contexto de la escena drag del Toronto de nuestros días y a partir de la figura de Simon, interpretado por el actor Théodore Pellerin -colaborador artístico habitual de la cineasta canadiense en sus dos trabajos previos. A ellos se une en Solo el carismático actor francés Félix Maritaud -intérprete imprescindible de la escena queer reciente tras sus magnéticas y fundamentales interpretaciones en obras como 120 pulsaciones por minuto (Robin Campillo, 2017) y Sauvage (Camille Viu- dal-Naquet, 2018)- encarnando a Olivier, el objeto de deseo y dolor de Simon y compañero/rival en el club drag en el que los dos se encuentran en plena búsqueda de su identidad y la admiración de sus compañeros y público. También la actriz Anne-Marie Cadieux, que interpreta a la ausente -física y emocionalmente- madre de Simon. Entre ellos se establece un asfixiante triángulo de amor y rechazo galardonado con el premio a la mejor película canadiense en el pasado Festival de Toronto y con el Palm Springs de California. De todo eso hemos querido hablar con Félix Maritaud, el co-protagonista de la cinta y mitad fundamental del personaje interpretado por Théodore Pellerin.
Porque uno de los aspectos más interesantes y destacables de la cinta es el poderío visual y estético de las performances que interpretan tanto Pellerin como Maritaud. Este, de hecho, considera que “es la experiencia más agotadora y a la vez más interesante que he tenido en mi trayectoriacomo intérprete. Tuvimos infinitas horas de clase de baile con tacones, para cambiar y modificar nuestra manera de movernos y crear algo más femenino, que empoderara nuestra drag queen interior. Y es que todos los artistas drag están empoderando lo fabuloso que llevan en su interior. Y, como yo nunca había interpretado a un artista drag, tuve que trabajar mucho, incluso cambiando la manera en la que movía habitualmente mis manos, porque era demasiado tosca. Un reto actoral donde la mitad del reto era físico -casi olímpico- y la otra psicológico”.
Y es que, en realidad, el centro del relato se encuentra en la falta de seguridad en el personaje de Simon, que acaba enamorándose de una personalidad tóxica -también magnética y opresiva- como es la de Oliver. En torno a su complicadísima relación, entre la toxicidad y el gas lighting, se estructura todo lo que sucede en la película, que de paso traslada comportamientos típica- mente asociados a las relaciones heterosexuales hacia el mundo homosexual. Algo que Félix Maritaud destaca especialmente sobre el trabajo de Dupuis, describiéndolo de la siguiente manera: “Seguimos siendo hombres. Incluso cuando tanto los hombres y las mujeres heterosexuales no nos consideran hombres per se. Y creo que es una obligación en la vida de todo hombre el deshacerse de dicha toxicidad, porque todos hemos nacido en un entorno heteropatriarcal que es un sistema donde el hombre es tóxico hacia todo lo que le rodea, ya sean las mujeres, lo productivo, lo político o lo ecológico”. La huella del patriarcado más allá de cualquier enfoque es, en el fondo, un tema subyacente a lo largo de toda la cinta.
Un hecho que no entiende de géneros, atracciones o deseos sexuales, y que además se ve agravado, como comenta Maritaud, cuando los personajes son homosexuales, porque “sentimos que hemos nacido en un mundo en el que no encajamos. Eso nos coloca por naturaleza en un modo de supervivencia extremo que da lugar a ese comportamiento tóxico, tanto hacia ti mismo como hacia todas las personas que te rodean”. La toxicidad es, en el caso del personaje de Félix Maritaud, casi inconsciente, porque como él mismo reconoce e interpreta “Oliver es tóxico. Y la gente tóxica no es capaz de reconocerse como tal. Y es que la mente de Oliver funciona de una manera muy particular. Quiero ser visto. Quiero ser deseado. Quiero ser bello. Y consigo lo máximo que me propongo con el mínimo de empatía”. Desde las inseguridades que el mundo, que el sistema de la masculinidad tradicional, dominante, ruda, insensible e impertérrita, le impone, su forma de levantamiento es una resistencia constante, una lucha interior, velada y ajena a su propio entendimiento, entre lo que él desea y lo que se espera de él, de su comportamiento.
Pero Simon no solo tiene que lidiar con la tormentosa y compleja relación con Olivier: también se enfrenta a la figura de una madre ausente -interpretada por una Anne-Marrie Cadieux que se ha convertido en todo un mito del cine independiente canadiense desde que llamara la atención a finales de los noventa por su papel en Streetheart (Le cœur au poing) de Charles Binamé-. Ella es el origen último de la falta de seguridad en sí mismo, y la causa por la que busca infructuosa- mente una atención sistemáticamente negada, su aprobación y su cariño. Para Maritaud, Simon está marcado por “dos personas muy narcisistas y que, lamentablemente, no son capaces de darse cuenta de ello”. Dos caras de una misma moneda que le impide avanzar. “Si no pones límites o no te respetas a ti mismo, seguirás atascado en este tipo de relaciones. Porque creo que el origen del concepto de amor disfuncional que se encuentra en la cabeza de Simon nace de su relación con su madre”, continúa reflexionando el intérprete francés, que también insiste en ponerle a Simon su parte de responsabilidad: trabajar en quererse a uno mismo, más allá de lo que recibas del mundo, es tan importante o más que el amor que obtenemos de los demás.
Pese a todo, Maritaud destaca cómo “Sophie trata a todos los personajes con amor y cariño”, con comprensión y huyendo de “representar el mal comportamiento como algo criminal”. Tenemos derechos a equivocarnos, a no entender el amor o a nosotros mismos, y lo que necesitamos realmente no es un juicio, sino un abrazo, un empujón. A vivir se aprende a hostias, pero que nos las dé el mundo, no nos las rifemos entre nosotros. “No creemos en eso, creemos en lo humano”. En educar -y aprender- desde la empatía.