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ENTREVISTA | CLARAGUILAR

ENTREVISTA | CLARAGUILAR

Por: Miguel Pardo | Foto: Pol Rebaque

La artista y productora CLARAGUILAR nos atiende con motivo del lanzamiento de su nuevo LP, ‘Figura’. Hablamos con esta barcelonesa de 31 años sobre el estrecho lazo que la une a las artes escénicas, del fichaje por el sello Lapsus o de la atípica construcción y ficcionalización del yo que aborda el álbum. Y también hubo tiempo y espacio para alguna reivindicación no premeditada y curiosas reflexiones.

Hizo humanidades, periodismo y un máster de género en siete años; le ha puesto música a dos películas y una serie en apenas tres, y desde 2017 ha trabajado en más de sesenta proyectos escénicos. Al sacar a pasear las cifras, Clara parece consciente del vergel creativo en el que está envuelta. “Siempre digo que todo está relacionado. Me gusta la mezcla porque la creación consiste en percibir el mundo y procesarlo”. Es precisamente el marco de lo escénico el que determina el contorno de su último trabajo, Figura -editado por Lapsus Records, también el sello de RRUCCULLA, Pye Corner Audio o CoLD SToRAGE, entre otros muchos -. Un disco en el que la productora barcelonesa se esfuerza por reproducir el ethos propio del teatro o la performance. Es ponerse la máscara de CLARAGUILAR y subirse a unas tablas, más o menos abstractas, sobre las que realizar un sumario de los sonidos que han despertado su interés recientemente.

“Sí que es verdad que hay una decisión de buscarle un sentido de quién soy y de dónde vengo”, confirma. “Digamos que con Figura busqué generar un discurso identitario. Yo soy esa soprano vestida tan elegante en los conciertos porque quería hacer un homenaje a las convenciones de donde vengo”, dice refiriéndose al mundo del teatro y de la danza, que lanzaron su carrera individual como artista. Pero ese bagaje humanístico y cultural, reflejado en referencias como Ros Elavy -título de acento duchampiano-, le permiten también a la autora de Mystery Is All admitir las limitaciones del discurso sobre la individualidad. “Todo es una performance, en realidad, para generar un discurso y para sentirme bien. Tocar, no morirme de vergüenza, no sentirme observada, sentirme deseada…”.

Es en esa coyuntura, entre la construcción de la individualidad a través de un efecto especular y la producción como herramienta identitaria, donde parece encontrarse más cómoda Clara Aguilar. “He desarrollado un aprendizaje que es mi oficio y que me encanta: trabajar con otras personas, para otras personas… Por eso siempre pido que me dirijan”. Por eso mismo este Figura parece una plataforma que la productora ha alcanzado sin tener del todo claro el cómo. Y en parte sin pretender saberlo. “Sónar me llamó y me dijo: Tienes que hacer un show, y no puede ser Mystery Is All. Invéntate algo’. Siempre trabajo a partir de la intuición, con la improvisación, con el accidente”, explica mientras se disculpa por utilizar palabras demasiado manidas o generales. Y en esa aproximación tan humilde y tan exigente a su proyecto intuimos una curiosidad y una avidez irreductibles ante las convenciones y maniqueísmos típicos de la música popular. Colaborar con otra gente y dejarse dirigir -al más puro estilo escénico- parecen funcionar particularmente bien para sus proyectos.

También su vertiginosa agenda profesional parece marcar un ritmo de constante aprendizaje e incorporación de nuevas herramientas. Un aprendizaje que comenzó, entre otras cosas, con el interés por los minimalistas: “De pequeña mi padre me regaló la banda sonora de The piano, de Michael Nyman, Las horas de Philip Glass… No es que quiera que me guste. Siempre me ha gustado la música repetitiva y obsesiva porque soy una persona obsesiva; en el buen y en el mal sentido”. Cuando actúa en vivo, sin embargo, nos remarca: “nunca toco lo mismo”. Es esa una paradoja más dentro de una actitud creativa marcada por la inquietud -también en el mejor de los sentidos- pues, como ella misma reconoce, en su paleta sonora igualmente se produce una divergencia constante e hiperestimulante.

La necesidad constante de nuevos estímulos y la capacidad para generar nuevas u originales interconexiones -entre pensamiento, música, escenografía, audiovisuales…- nos vuelve a conducir al que parece uno de los temas centrales de nuestra conversación: la inmanencia. El amplio abanico de influencias e inputs que podemos apenas intuir que forman el proceso de Figura está marcado, al menos en lo reciente o en lo consciente, por el trabajo y las maneras de escritoras como Donna Haraway o Clarice Lispector. Por su neurosis y su pensamiento especulativo. De Lispector, a la que cita en el vinilo, nos dice que “es muy filosófica, va muy lejos, es muy compleja, pero tiene algo, del tipo de lenguaje filosófico que me puede representar. Siendo muy occidental, pero sin caer en ciertas cosas en las que caen autores que me gustan, pero de los que ya estoy un poco cansada y que me ponen mal”. Se refiere aquí a escritores como Houellebecq, que piensan o escriben de manera opresiva, poco segura e incluso demasiado circunspecta y subjetivizada. Pensando en esos hombres con proyectos individualizados, esparciendo odio y resentimiento desde sus atalayas intelectuales, resulta más sencillo comprender el proyecto y la dirección adictarorial y colectivista que marca parte de la propuesta de CLARAGUILAR como artista y productora. Ese intento de tener en cuenta el todo y cómo se relacionan entre ellas sus partes es el de una no-directora de escena peculiar, tal vez no monopolizante… Y que suena descentralizada y original en Figura.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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