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[ENTREVISTA] ROCÍO QUILLAHUAMAN

[ENTREVISTA] ROCÍO QUILLAHUAMAN

La ilustradora y animadora Rocío Quillahuaman (Lima, 1994), un verdadero fenómeno en Internet, nunca habría utilizado el color marrón para referirse a sí misma. Sin embargo, ese es el título de su primer libro. En Marrón relata su llegada a Barcelona y cómo es crecer sintiéndose víctima de racismo y clasismo, todo ello sazonado siempre con humor marca de la casa.

Rocío Quillahuaman (@rocioquillahuaman) se hizo un hueco en las páginas de inicio de nuestro Instagram gracias a unas animaciones e ilustraciones que, con tanta rabia como humor, retratan todo lo que puede poner de los nervios de vivir en una ciudad, contar con un trabajo precario, y ser un joven que comienza a asumir las preocupaciones de un adulto. Con sus precoces memorias nos acerca a una esfera más íntima, recopilando historias autobiográficas que, en el mismo estilo sincero y cómico, muestran la realidad de una infancia y adolescencia a caballo de dos ciudades, dos culturas y dos identidades también.

El humor es para Rocío algo natural, que trae de serie, pero también un mecanismo de defensa. “Reírme de la gente que en algún momento me ha hecho sentir indefensa es catártico, es mi manera de enfrentar la situación y tornarla a mi favor”. Hay algo catártico en burlarse de quien maneja una posición de poder, sobre todo teniendo en cuenta el miedo hacia cualquier figura de autoridad que asegura haber sentido durante mucho tiempo. El libro cuenta que hasta le daba miedo salirse de la línea cuando coloreaba.

Este tipo de inquietudes son las que marcaron su llegada a Barcelona. No solo las ansiedades de llegar a un colegio nuevo porque, aunque no había sido capaz de ponerle nombre hasta que ha sido adulta, ya estaban presentes las presiones de romper los prejuicios de la gente blanca, la presión de aprovechar las oportunidades por las que su familia se ha cruzado medio mundo. “Todo lo que hacía cuando estaba en el colegio y en gran parte todo lo que sigo haciendo, es por mi madre. Quería ser médico para tener dinero con el que poder ocuparme de ella cuando fuese mayor. Se supone que aquí si trabajas duro deberías estar tranquilo, todo debería dar su fruto tarde o temprano y esa es la mentalidad que nos inculca mi madre: la mentalidad de currar y currar. Con la edad me he dado cuenta de que no es el que más trabaja el que mejor vive”.

Al recordar sus vivencias no solo cuenta su historia, sino la de millones de inmigrantes que dejan sus países, sus barrios y sus familias en busca de la promesa de una vida mejor o, aunque sea, una menos mala. Forman parte de la sociedad, sin embargo, no son protagonistas de las historias que nos llegan a través de los medios. Y, en el caso de hacerlo, son una caricatura o un homúnculo de estereotipos. “Las historias como la mía están en todas partes. En el colegio yo nunca fui la única latinoamericana en el aula. Pero, precisamente por eso, hay un momento en que te empiezas a pregun tar por qué no hay gente como tú en la televisión; por qué eres la única latinoamericana

en una empresa; por qué las editoriales grandes no apuestan por nuestras historias… La respuesta a todas estas preguntas es siempre la misma”.

Quizás por esta falta de representación, a Quillahuaman le cuesta tanto creerse su propio éxito y verse a sí misma como referente para muchos. Una cualidad que le mantiene la cabeza fría y los pies en la tierra, pero que también la hace híper consciente de la fugacidad del éxito. “Cuando decidí estudiar Audiovisuales fue porque creí que si me gustaba lo suficiente podía ganar mucho dinero. Un poco la fábula que nos cuentan a todos. Ahora me ha ido bien, pero porque he tenido suerte, también podía haber salido fatal. Soy muy consciente de que en cualquier momento esto se acaba, y entonces no importarán los seguidores que tenga en Instagram”.

Para Rocío fue un paso importante contar sus vivencias, precisamente porque reencontrarse con estas historias no ha sido una tarea fácil. Relatos como el de aquella primera vez que entró a España, con un peluche de Winnie the Pooh como único recuerdo personal de su vida en Lima, que acabó decapitado por los agentes de aduanas en busca de drogas. Son historias que sólo resultan cómicas en retrospectiva, y cuya explicación es bastante desalentadora. “Cuando acabé el libro pensaba que era demasiado deprimente. No me podía creer que a tanta gente le pareciese gracioso, porque a mí me había supuesto desenterrar sentimientos muy negativos. Pero ese es el ejercicio de escribir, no te puedes esconder de ti misma”. El ejercicio ha valido la pena, pues tan solo unos meses después de su lanzamiento, ha sido mucha la gente que se ha visto reflejada en sus relatos, lectores para los que estas memorias han supuesto su propia epifanía marrón. “Me emocionó mucho la reacción al libro de gente inmigrante que me habló para decirme lo mucho que les había hecho pensar sobre sus propias experiencias y relaciones con su identidad y país de origen. Son sentimientos difíciles de reconciliar, pero me alegro de que cada vez seamos más los que reconocemos que estos prejuicios no son nuestros, nos vienen de fuera”.

En palabras de Gabriela Wiener, periodista peruana que con su artículo Orgullo marrón inspiró a Rocío a contar su historia, “descolonizarse es un proceso que no cesa”. Porque el mensaje de Marrón es un mensaje de esperanza. Al igual que al tomar el color marrón como título de sus memorias Rocío se reapropia de esa connotación despectiva, contar sus experiencias las hace suyas, les da sentido, y le hace reconciliarse con una identidad que durante mucho tiempo sintió que tenía que maquillar. “Gracias al libro tuve la oportunidad de volver a Lima y por primera vez me permití sentir nostalgia. La situación actual en Perú es muy convulsa, pero ahora veo a esa gente, esos jóvenes, jugándose la vida por sus derechos, y siento mucho orgullo por mi país”.

Esta entrevista la tienes disponible en físico en el número 10 de NUEBO. Puedes conseguir tu copia suscribiéndote por un año.

POR: ELENA BLANCO

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