ENTREVISTA | ASTRID SONNE
Por: Miguel Pardo
Hace unas semanas, Astrid Sonne estrenaba su nuevo álbum, ‘Great Doubt’, con el que da un giro radical a su enfoque musical. Proveniente de un cada vez más habitual combo entre la música clásica y la experimental, la productora danesa ahora se ha lanzado a cantar en algunos de sus temas, marcados por cadencias de trip hop y titubeantes efectos venidos de más allá de lo orgánico. Hablamos con ella sobre estos cambios y otras vacilaciones.
Cuesta ser más directo y circunspecto de lo que sugiere el título Great Doubt. Un álbum que no alcanza los treinta minutos y que supone el cuarto lanzamiento de estudio de su autora, uno más en la plataforma de Copenhague Escho, en la que ya publicó su predecesor Outside of your lifetime (2021). A pesar de haberse mudado a Londres, Astrid Sonne mantiene una estrecha relación con sus raíces, que determinan algunas de las preguntas y cuestiones que atraviesan su nuevo LP. La primera, eminentemente directa en su segundo track, Do you wanna, en el que se cuestiona, sin pelos en la lengua, sobre la conveniencia de tener un hijo en un mundo como este. “Surgió de una conversación que tuve con dos amigos. Creo que cuanto más empiezas a pensar en ello, esta cuestión de los hijos es algo que puedes ver desde tantos ángulos que realmente te hace dudar más. Tanto a nivel personal, como a nivel de género, también puedes analizarlo desde el punto de vista estatal, social…”, nos explica al comienzo de la conversación. “No sé”, continúa, “todo parece tan abrumador, tan complejo, como sucediendo todo a la vez”. Y resulta complicado no empatizar con la situación de alguien agobiado o superado por las circunstancias, por el calibre de los condicionamientos que generan un mundo y un contexto global repletos de incertidumbres y problemas excesivamente intrincados para la gestión individualizada de los mismos. Es desde el núcleo de esa duda, la de cómo volver a conectar con los demás y cómo volver a conectar con el propio cuerpo después de tantas noticias alarmantes, desde donde parece partir la sensibilidad de este Great Doubt. Buscar respuestas y hacer preguntas juntos. “Todas las generaciones anteriores han tenido esta sensación de pesimismo, pero ahora está increíblemente presente. Y para mí, como alguien nacido en el 94, los últimos cuatro o cinco años han sido… guerras, pandemias; cosas muy urgentes y muy de cerca”. Ante esta experiencia, Astrid Sonne busca “ser más sincera y honesta, abrirme aún más al público para sentir ese tipo de conexión”.
Esta pesquisa está perfectamente reflejada en un disco que interroga de manera directa pero abierta, que recurre a los recursos propios del sonido de Reino Unido -hipnagógico pero también crudo- e intenta construir una forma alternativa de expresión musical. Preguntada sobre si nota algo particular en el aire de Londres que haga que desde que se mudó produzca de modo similar al que lo hacen otros artistas como Coby Sey, Tirzah o Mica Levi, Sonne nos responde con mucho humor: “Es que hay mucha polución”. Aun así, puntualiza: “Es un cliché decirlo, pero la idea del crisol de gente está muy viva. Y es impactante viniendo de un país un poco más monocultural, como es Dinamarca. Londres es donde más cosas están pasando. Creo que cambia tu percepción de lo que es posible y abre un nuevo espacio para la creatividad”.
Así, Great Doubt parece, en todo caso, el esfuerzo por crear, en las propias palabras de su autora, “un espacio” o un lugar al que el oyente también puede unirse con el fin de hacerse ciertas preguntas o abrazar cierta incertidumbre sin sentirse peor por ello. Preguntada sobre si ese espacio está pensado para más sentidos que el oído, ella responde con claridad que sí. “Supongo que me ha interesado explorar algo que da una sensación táctil de alguna manera. Creo que se relaciona con lo que mencionaba antes de ser honesta y abierta. Hay algo que se solapa ahí en cuanto a querer crear un universo en el que puedas entrar y puedas sentir ese algo táctil”. Conforme avanza la conversación, logramos poner en palabras o darle sentido a algunas intuiciones que la productora tenía sobre su disco. Este nuevo trabajo funciona también como una suerte de herramienta terapéutica con la que expresar o exorcizar todo ese desorden externo que parece contagiarse, redimiéndolo en un lugar en el que es posible o no resulta punible titubear, equivocarse, sentirse confundido. “Siento que eso es también algo a lo que he estado tratando de aferrarme, tanto a nivel estructural, respecto a cómo estoy en el mundo… Pero también a nivel personal. Soy solo yo tratando con un montón de cambios y con todo lo que me viene. Así que supongo que la música y las letras han sido un punto de apoyo o una forma de manifestar todo el caos e ir tratando de sacar eso. Sí, puedo ver totalmente eso.”
A menudo, durante nuestra conversación, la autora de Great Doubt parece frustrada o abrumada por la amplitud de las preguntas, pero nada más lejos de la realidad; estamos tratando de pensar desde el marco del propio álbum y su proceso creativo. Hacia el final de la misma, nos confirma que la eficiencia adquirida en Londres le ha permitido sobreponerse en cierta medida a uno de sus principales problemas: el temible overthinking. “Tener un entorno diferente me obligó a tomar decisiones y a trabajar de forma más intuitiva”. Por eso su estrategia actual intenta incorporar la necesidad de dudar, cediéndole el espacio justo: “Supongo que es muy existencial, es muy humano y forma parte de cada cosa que hacemos como seres humanos. Pero también puede paralizarte y ponerte en un estado en el que eres incapaz de hacer nada”. Dudar o hacerse preguntas que no tienen una respuesta única, indiscutible, puede verse entonces como un acto de obstrucción, pero también de resistencia. Un último resquicio de libertad individual en el ámbito programático de este capitalismo de plataformas. Con la afirmación compartida de que a ninguno de los dos nos gustaría tenerlo todo claro y no dudar de nada, nos despedimos. No siempre vinimos buscando respuestas y afirmaciones categóricas.