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ESTRENOS | «DUNE PARTE DOS»

ESTRENOS | «DUNE PARTE DOS»

Por: Felipe Rodríguez Torres

Villeneuve rompe la maldición asociada a la mastodóntica novela de ciencia ficción política escrita por Frank Herbert en 1965. En la segunda entrega del acercamiento del cineasta canadiense a ‘Dune’, Paul Atreides se enfrenta al conflicto que le genera su destino mesiánico, y el ritmo sosegado es arrollado por un torrente de acción. Es la particular tormenta de arena de Denis Villenueve.

Dos años y medio después de su primera entrega -y con un retraso de cuatro meses motivado por la huelga de actores en Hollywood- aterriza en la cartelera Dune: Parte dos, posiblemente la apuesta cinematográfica más arriesgada del cineasta canadiense Denis Villeneuve. Un director que comenzaría llamando la atención con Polytechnique e Incendies en su Canadá natal y que daría el salto a Hollywood con obras como Enemy, Prisioneros y Sicario, para posteriormente abrazar la ciencia ficción con el estreno consecutivo de tres clásicos contemporáneos como La llegada, Blade Runner 2049 y Dune: Parte Uno.

Aquella primera entrega contaba con la particularidad de ser la adaptación, no de la primera novela de la saga iniciada por Frank Herbert en 1965, sino únicamente de la primera mitad de la misma. El motivo, una novela compleja, en algunos aspectos críptica, repleta de conceptos e imaginería desbordada -que serviría de inspiración a obras como Star Wars y Juego de Tronos- y que se había intentado llevar al cine por autores tan dispares como Alejandro Jodorowsky y Ridley Scott. Aquellos proyectos fallidos darían pie a varios clásicos de la ci-fi -del cómic El incal, a las películas Alien o Blade Runner-, y prologaron uno de los grandes fracasos del cine de los ochenta: la ansiada adaptación de David Lynch, estrenada en 1984 y que, aunque reivindicable en algunos aspectos -sobre todo estéticos- cayó presa de la mutilación de un metraje inicial de más de cuatro horas a prácticamente la mitad.

Villeneuve muy probablemente aprendió la lección de lo que ocurrió con el Dune de Lynch, y por eso decidió dividir la primera novela de la saga en dos largos. Un riesgo consciente, en cuanto que Warner solo dio luz verde inicial a esa primera entrega, dependiendo su continuidad del éxito en taquilla de la misma. El cineasta canadiense no lo tuvo fácil: la cinta tenía previsto su estreno en las fechas en que la pandemia de COVID puso el mundo entero patas arriba. Por eso se retrasó su estreno previsto inicialmente en 2020 al 2021 y, la cinta terminó participando de ese experimento fruto de la pandemia que fue el estreno simultáneo en salas y -esto último solo en Estados Unidos- HBO Max. Con todo y con ello la cinta recaudó 433 millones de dólares en todo el mundo, recibió 10 nominaciones a los Oscar -ganando 6 de ellos- y se ganó el aplauso casi unánime de la crítica.

La segunda entrega, que adapta la segunda mitad de la primera novela -en la obra de Lynch eso representaba 40 minutos de metraje frente a las 2 horas y 40 minutos de la versión de Villeneuve-, incorpora nuevas caras al reparto de su antecesora: a Timothée Chalamet, Zendaya, Josh Brolin, Rebecca Ferguson, Stellan Skarsgårdse o nuestro Javier Bardem se suman ahora Florence Pugh (princesa Irulan), Austin Butler (Feyd Rautha, el sádico sobrino del barón Harkonnen), Léa Seydoux (Lady Ferring), el carismático Christopher Walken en el papel del Emperador Shadam IV y villano en las sombras en el conflicto entre los Atreides y los Harkonnen por el domino del planeta Arrakis.

Todo esto termina dando en una segunda entrega más compleja porque, en palabras del propio Denis Villeneuve, “técnicamente Dune Parte dos es un reto mayor por la cantidad de secuencias de acción que hay en ella, y narrativamente porque el reto era asegurarme de que si alguien no había visto la primera entrega pudiera disfrutar igualmente y de manera autónoma de la segunda”. El canadiense también ha explicado los cambios sutiles que hizo sobre la obra original: “Tuve la suerte de haber leído Dune Messiah -la segunda novela de la saga- y eso influyó en la escritura del guion de Dune: Parte 2. Por eso mi interpretación de Chani, el personaje de Zendaya, es ligeramente diferente al de la novela original, ayudándome a trasladar a la pantalla la intencionalidad original de Frank Herbert que se esconde tras la figura mesiánica que es Paul Atreides”.

Denis Villeneuve, la nueva esperanza del blockbuster de autor

El estreno de esta segunda entrega de Dune se percibe, para los espectadores ávidos de grandes espectáculos cinematográficos, como una ventana abierta a la esperanza frente a los en general adocenados, asépticos e impersonales productos salidos de la mayor industria del entretenimiento del mundo en la última década y media. Solo hay que mirar la absoluta mediocridad del MCU, la decadencia progresiva de la saga Star Wars en manos de Disney o la ingente cantidad de subproductos bañados en miles de millones de dólares que nutren una cartelera casi salida de producciones de saldo directas a videoclub en los años ochenta y noventa, para reivindicar -aún más si cabe- la atrevida, elegante y monumental apuesta de un Villeneuve bastante solo en el yermo páramo que es el blockbuster del Hollywood actual.

Además, la apuesta de Villeneuve no está exenta de riesgos. La primera entrega de Dune, que contó con un presupuesto de 165 millones de dólares, acabaría recaudando 433 millones de dólares en todo el mundo. Una cifra que a priori no responde a las expectativas creadas, pero que resulta más entendible por los problemas que sufrió el estreno, motivados por las restricciones fruto de la pandemia COVID. Ahora, con un ecosistema óptimo para su consumo en la pantalla más grande posible, Villeneuve tiene que justificar un presupuesto de 125 millones de dólares. Se trata de una cifra muy conservadora en comparación con los excesos del Hollywood actual, en el que las últimas entregas de Misión Imposible e Indiana Jones o cualquier medianía de Marvel Studios, caso de Ant-Man y La Avispa: Quantumania, superan holgadamente los 300 millones de dólares de presupuesto con resultados -artísticos y financieros- más que discutibles.

La apuesta cinematográfica de Villeneuve tiene maneras de ci-fi épica, majestuosa pero reposada, y precisamente por ello funciona como rara avis en el entretenimiento fast-food del blockbuster actual.

Un vistazo a la taquilla global en los ultimos tiempos nos dice mucho del momento singular por el que pasa Hollywood. La película más vista del 2023 en todo el mundo fue Barbie, que a pesar de contar con una campaña de marketing descomunal y el apoyo de la multinacional juguetera Mattel, no puede esconder en el tono y en las formas las raíces indies de su directora Greta Gerwig. La tercera en el Boxoffice del pasado año -inmediatamente después de la infantil Super Mario Bros: La película- es Oppenheimer, cinta que curiosamente marcaba el alejamiento de su director, Christopher Nolan, de los géneros populares –Origen, Interstellar, El truco final o su trilogía de Batman– en pos de un cine “importante”, casi académico. Su apuesta, lejos de alejar al público de los cines, ha resultado un imán para que se produzca el milagro en taquilla.

Un caso aún más llamativo y cercano también al  “milagro”  es el de Yorgos Lanthimos y sus Pobres criaturas, producción ¡irlandesa! que encaja de lleno en la etiqueta de cine de autor -temática y formalmente-, con una fuerte carga sexual, y que sin embargo lleva recaudada la nada despreciable cifra de casi cien millones de dólares en todo el mundo, la quinta película más vista en lo que llevamos de año en España.

Está por ver si todos estos datos apuntan a un verdadero giro de guion en la tendencia del blockbuster que está por venir. Soñar no cuesta nada…

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