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[ENTREVISTA] ENEKO SAGARDOY

[ENTREVISTA] ENEKO SAGARDOY

Eneko Sagardoy tiene la habilidad de abandonar a sus personajes una vez que ha acabado su trabajo, para que sea el público quien los disfrute. Su versatilidad y su gusto por el riesgo le han llevado ahora a convertirse en un guerrero vasco del siglo VIII en Irati

Con su interpretación del gigante de atlzo en Handía (2017), Eneko Sagardoy consiguió el Goya al mejor actor  revelación, situándose en lo más alto del ranking de los jóvenes intérpretes del nuevo cine español.

Algo más de cuatro años después, a sus 29 años, ha visto como su vida cogía velocidad y no dejaban de llegarle interesantes proyectos tanto para cine como en teatro. “La sensación es que ha pasado más tiempo del que realmente ha sido. Además, con trabajos sorprendentes, muy distintos entre sí, que se alimentaban unos de los otros. También siento que he podido escoger papeles que me interesaban en cada momento, y eso es mucho pedir. No tengo un patrón que tienen que cumplir obligatoriamente los proyectos para que yo forme parte de ellos, pero sí que me tienen que suponer un nervio placentero, una especie de reto. Y, luego, que el momento personal en el que me encuentre me acompañe. Me meto en todo de lleno y con todo. Prefiero tener las dos patas en un mismo proyecto. Además, cada vez voy conociendo más los diferentes oficios que forman parte de una película y mis criterios se van ampliando”.

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Y lo mismo que le ha sucedido en cine le ha pasado también en teatro. En concreto con dos obras que llevan la firma en la dirección de Calixto Bietio, uno de los grandes popes de la escena europea y creador de vanguardias y corrientes estilísticas. “Es siempre muy estimulante trabajar con él, porque te deja mucha libertad y confía en la intuición del actor. Eso se traduce en no ir directamente al resultado en los ensayos. Hay algo como muy primario que es la experimentación y el espacio para el error, y eso Calixto lo tiene muy presente. Para mí es una gozada. Luego son textos muy exigentes, también a nivel físico. Pero supone un espacio de total libertad y riesgo que muchas veces no se puede trasladar al cine”.

El teatro es para Eneko una vocación que surgió ya en su infancia, cuando convertía el salón de su casa en un escenario. “Totalmente. Hacía teatro con mi hermano cuando éramos pequeños. Y luego también en los pasillos de la ikastola, que es donde lo empiezo a hacer de una manera más constante, hasta pasar al grupo de teatro de mi pueblo. Fue una cosa inconsciente, me salía hacer esas tonterías y el payaso. Me lo pasaba muy bien. Un poco todo ha venido de ahí, de querer estirar esa sensación de pasármelo bien. ¿De negarse a crecer? En realidad sería más una cuestión de crecer con ese espíritu infantil”.

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La primera vez que Eneko se sintió actor fue alrededor de 2012, cuando pasó a formar parte del casting de la serie de la ETB Goenkale. “Ahí cobro mi primera nómina como actor y conozco a compañeros de profesión que llevaban muchos años trabajando y viviendo de esto. Trabajando en Goenkale tomé conciencia de que ese podía ser un camino para ganarme la vida. Me encontré con el oficio en el sentido más técnico, en un rodaje rodeado de cámaras y técnicos cuando antes solo era una caja negra en mi pueblo”. A continuación, llega el éxito de Handía, un reto a nivel físico para el actor y también la responsabilidad de encarnar a un personaje real que forma parte del imaginario colectivo de su tierra. “Que él hubiera existido me generaba una curiosidad e ilusión especial. Sentir que formas parte de historias que pertenecen a la tradición y al folclore de tu propia comunidad es siempre emocionante. Puedes aportar algo a esa cadena de historias, que se han transmitido de una manera oral y que has escuchado desde que eres pequeño, y ahora tú eres el encargado de convertirlas en imágenes. Me ocurrió también con Errementari (2018) y me ha vuelto a pasar con Irati (2022) ambas de Paul Urkijo-, o antes con Calixto, la obra de Atxaga”.

En el caso de Irati, Eneko interpreta a un guerrero en una historia que combina aventuras, mitología y una declarada  vocación fantástica de lo más novedosa. “Yo no he sido nunca un espectador empedernido del género, pero ha sido por medio de Paul por el que he ido, poco a poco, acercándome al terror y al fantástico, del que ahora me considero un fan absoluto. Del proyecto me atrajo que Paul apostara por mí para un personaje que me ofrecen bastante poco, como es el de un guerrero. Solo puedo estarle agradecido, porque ha sido muy generoso al imaginarme en un papel en que nadie antes lo había hecho”.

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Una de las ventajas (y capacidades) que tiene Eneko como actor es su facilidad para salirse de los personajes, para abandonarlos a su suerte frente al espectador una vez terminado el rodaje. “Creo que tengo una relación muy sana con mis personajes, es verdad que profundizo muchísimo en la preparación, pero luego soy muy despegado. Cuando termino con ellos yo sigo con mi vida, y creo que eso es algo muy necesario para retomar el trabajo con ganas. Así tengo presente que la vida es mucho más que el trabajo. Al principio puede ser que sí me acompañaran un poco… pero ahora la separación es bastante quirúrgica, necesito descansar y olvidarme. Tomarme unas cañas, ir al cine y luego volver con ganas. No soy nada místico”. Y eso también le ha otorgado una versatilidad como actor que le permite afrontar riesgos, como fue su trabajo en la adaptación televisiva de Patria (2020). Acabó siendo un éxito entre los espectadores, pero generó una gran polémica. “Todo el mundo opinaba. Lo bueno era que había mucho interés por parte del público, pero por otro lado es verdad que, al ser un tema tan espinoso, a quienes formamos parte de la serie nos generaba dudas. No sabíamos qué reacciones iba a haber. Pero estuvimos muy bien acompañados, y conocí a un gran tipo como es Aitor Gabilondo, que cuidó tanto al equipo como lo que quería contar. La serie es una más dentro de un mosaico de relatos distintos sobre un mismo conflicto, y eso te hace relativizar”. Una demostración más de que, como el actor ha dicho en alguna ocasión, no tiene miedo de meter la pata. Parece que le va el riesgo. “Sí, pero de una manera no épica. Si me dedicara a otro oficio seguro que también me gustaría explorar terrenos nuevos. Tener siempre esa inquietud de descubrir si eres capaz. Es que yo no me quiero aburrir. Prefiero llevarme un pequeño disgusto a quedarme en casa con lo de siempre. Busco divertirme y conocer gente estimulante, me guío por eso en todo. También cuando selecciono mis papeles”.

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Irati
Esta entrevista la tienes disponible en físico en el número 10 de NUEBO. Puedes conseguir tu copia suscribiéndote por un año.
Texto
FERNANDO BERNAL
Fotografía
DAVID HERRANZ

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