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ENTREVISTA | MAUSTETYTÖT

ENTREVISTA | MAUSTETYTÖT

Por: Miguel Pardo

El synthpop sencillo y pesimista de las hermanas Karjalainen les ha valido ya dos #1 en Finlandia, llamando hace poco la atención de otro tesoro finlandés: Aki Kaurismäki. El cineasta decidió incluir una actuación suya en su última película, ‘Fallen Leaves’, creando una sinergia inesperada que cristaliza la experiencia y la vida en el país nórdico.

La afirmación de que el estado depresivo o el sentimiento de melancolía pueden ser causados por múltiples factores parece indiscutible. Genéticos, culturales, sociales, meteorológicos -sí, han leído bien-… El laconismo, la melancolía o la disociación son formas de responder a un mundo hostil, extraño y ajeno que pone trabas a nuestra supervivencia. De esto saben bastante, al parecer, en Finlandia. Mausteytöt cantan sobre ese malestar endémico en su último álbum, Maailman onnellisin kansa, y Aki Kaurismäki lleva hablándonos de ello desde los primeros pasos de su filmografía. Anna y Kaisa Karjalainen dicen estar contentas por su colaboración con el director, pero su expresión nos indica cierto e irrevocable pesar. “Es una oportunidad única y nos sentimos muy afortunadas, nunca pensamos que gente que no fuese finlandesa pudiese disfrutar nuestra música”, afirma Kaisa.

Y es que la tristeza estructural expresada en el cine y la música finlandeses parecen tener origen en rasgos característicos de su cultura y del territorio: “Creo que el clima tiene efecto sobre nuestra cultura, hace que la gente esté ansiosa y por supuesto deprimida”, insiste Kaisa. Nada extraño para un país en el que hace un par de semanas las temperaturas mínimas eran de -30º. Pero, como hemos afirmado arriba, ese no es el único factor determinante. En la imaginería de Kaurismäki y de Mausteytöt existe una insistencia recurrente en iconografía o significantes propios de la miseria material. Podríamos decir sin demasiados ambages que existe una pulsión por concienciar a los espectadores y oyentes de la precariedad que sufren las clases y grupos más desfavorecidos, por remarcar que la clase material y la falta de recursos generan desmotivación y sufrimiento extra. En palabras de Kaisa: “Venimos de un entorno underground y punk, y nuestras letras no hablan de gente que está contenta o en el ‘lado vencedor’. No es mi objetivo hacer letras políticas, pero es lo que creo que es importante expresar”.

Visto el ingente vapuleo natural y material que sentimos como propio en otros países occidentales, es más sencillo comprender por qué el cine y la música de Finlandia, para sorpresa de sus autores, trasciende sus fronteras y conecta cada vez con más gente. Frente a esta tunda que nos da el mundo, Anna afirma utilizar como herramienta de defensa “la ironía y humor negro”, dos armas indispensables de la música de Mausteytöt y dos de los elementos distintivos de películas como Le Havre o La vie de bohème. Ese malestar bañado en alcohol que aparece en las películas de Kaurismäki como el carácter dominante en la región, contrasta a todas luces con el galardón que recientemente ha recibido el pueblo finlandés, siendo nombrado por sexto año consecutivo ‘el país más feliz del mundo’. Teniendo en cuenta que el título del último álbum de Mausteytöt significa en realidad ‘la nación más feliz del mundo’, no podemos eludir el preguntar a Kaisa sobre esta sarcástica contradicción. “Es irónico, por supuesto” nos confirma. “Es un concepto tan complicado, porque de momento tenemos cosas buenas como la sanidad y la educación, pero no sabemos hasta cuándo, y a nivel mundial hay mucha gente a la que le va realmente mal”. Parece entonces dominar o sobrevolar el panorama esa sensación de incertidumbre internacional que el distanciamiento y la narrativa en los medios tienden a acrecentar.

Los personajes de Fallen Leaves, al igual que las hermanas Karjalainen en sus letras, buscan escollos y apoyos para subsistir a esa sensación de desesperanza sin caer en una cámara de eco, una de las razones por las que Anna y Kaisa han decidido vivir separadas. Pero para que estas formas artísticas no alimenten el monstruo del malestar y la depresión, tiene que existir algo más que consuelo y conmiseración en ellas. Las películas de Kaurismäki tienen frecuentemente algún giro redentor que hace florecer cierta esperanza o propósito en la vida de sus personajes, sea mediante el amor u otras satisfacciones de distinto grado. En la música de Mausteytöt, en cambio, “detrás de esas letras tan tristes sobre cosas tan deprimentes, hay sentido del humor e ironía, y eso puede llevar al oyente a pensar que son divertidas, y quizá llegar con ello a identificarse con ellas”. Esta aseveración de Anna explica el punto en el que la música pop, popular, o hasta la folclórica de un país encuentra su razón de ser: crear lazos entre la gente a pesar del -e incluso gracias al- sufrimiento compartido. Ante esa serie de padecimientos y horrores globales que se nos presenta como inevitable, como algo frente a lo que “no hay gran cosa que podamos hacer” -como dice Kaisa-, la resistencia de la música y el cine finlandeses resultan un soplo de alivio, aunque ni siquiera de aire fresco. Un aire frío y formal, lacónico y comprometido. Las últimas palabras de Anna en nuestra conversación parecen señalar también una ansiedad ecológica que resulta relegada a un segundo plano por lo que se ha presentado sistemática y sistémicamente como necesario e ineludible, como carente de alternativa: el mercado y el capitalismo en sus fases cada vez más agresivas y contradictorias; más destructivas.

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