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ENTREVISTA | SOFIANE PAMART

ENTREVISTA | SOFIANE PAMART

Por: Diego Rubio

El salmón del piano viste de Balmain. Se codea con raperos, con la high fashion y con game developers. Podría ser una estrella del reguetón. Benzema o Lewis Hamilton. Pero no. Es Sofiane Pamart. Y es pianista, contra todo pianista. Su creatividad, dice, es nómada, se alimenta de viaje en viaje, y le guía una obsesión honesta por capturar emociones concretas con la mínima expresión posible. En noviembre presenta ‘Noche’, su tercer trabajo largo, en teatros de nuestro país

Su madre le regaló un pequeño piano de juguete cuando era niño y, desde entonces, nunca ha dejado de tocarlo. “No tuve tiempo ni para planteármelo, simplemente nunca pude parar”, dice, emocionado. El piano le poseyó. Ahora, más de 25 años después, Sofiane Pamart es una estrella del pop en el mar del clasicismo o, más bien, un pez fuera del agua. El Lewis Hamilton del piano. Un artista con aires de rapero vestido por Dapper Dan o Virgil Abloh que nada en contra de los estándares de las 224 cuerdas. “Cuando era un crío no había ningún pianista en el que me pudiera fijar, no me identificaba en lo personal y en lo vital con ninguno: yo sabía que quería ser pianista, que no quería ser cantante ni rapero, pero que también quería vivir como un rapero o como un gran diseñador. Y quiero demostrarle a los pianistas que vengan que se puede triunfar en el mundo del piano con tu propia estética. Quizá ahora alguien pueda identificarse conmigo y eso le anime a seguir, y eso para mí es increíble”. Siempre ha sentido que su camino pasaba por tratar de romper las barreras entre el mundo clásico y el hip hop, y lo hace no solo con su look o su actitud: ha colaborado con varios rappers franceses -recientemente con YG Pablo- y le gusta mantener un pie dentro de ese entorno. Es lo que ha escuchado siempre y es lo que ha rodeado toda su vida diaria. “Para mí la música clásica solo se daba en el entorno académico, pero en mi barrio lo que había era rap, es con lo que me he criado. Empecé a ser el pianista del lugar, así que desde muy joven empecé a tocar el piano con raperos, a mezclar mi forma de expresión artística con otras a priori muy diferentes”, rememora.

Con esa actitud abierta y un poco kamikaze ha ido trazando una trayectoria difícil de clasificar que puede compararse con la versión rebelde de Yann Tiersen más que con la idealización edulcorada de Ludovico Einaudi, y que ha encontrado -cómo no- grandes dosis de rechazo desde las atalayas del clásico. Para él siempre existirán esos músicos que quieren mantener su arte alejado del zeitgeist, en la torre de marfil, como si fuera algo inmutable, ajeno a este mundo, absoluto y centrado solo en su valor académico y en su despliegue técnico. “Quieren un arte cerrado, incomprensible para el resto de los mortales… y por culpa de gente como esta hemos conseguido que el piano, por ejemplo, o la música clásica en general, deje de formar parte de la vida normal de las personas. En algún momento decidimos abandonar el mundo real, y creo que es necesario que regresemos a él”. Apunta también a un sistema viciado en el que cualquier síntoma de apertura se considera herejía y disidencia, algo que frena a muchos músicos con ganas de experimentar con ideas más comunitarias. Y, sin embargo, confía. Es un idealista incorregible: “Se reducirán las distancias entre lo clásico y lo popular igual que se están dinamitando esas diferenciaciones entre alta y baja cultura”, garantiza. Su obsesión es conectar con las emociones de forma universal, más allá de cualquier sesgo sesudo. “Llevo estudiando y tocando el piano más de veinticinco años y no tengo que demostrarle a nadie mi técnica. Solo quiero dar con las notas que resuenen con el alma de una emoción. Y si no las consigo seguiré buscándolas una y otra vez. He tenido que caminar mucho para aprender a apreciar la simplicidad. La sencillez, a veces, es inalcanzable”. Y tiene razón: el minimalismo es la cosa más difícil del mundo porque el ser humano tiende por naturaleza a la épica, a la intensidad, al drama, al maximalismo.

entrevista sofiane pamart

En busca de capturar esos sentimientos, el instante exacto en que suceden, como hacían los impresionistas, trabaja siempre de forma improvisada. “Cuando doy con una emoción que me mueve intento atraparla: mis dedos fluyen a través del piano casi inconscientemente, es algo muy efímero, muy espontáneo”, explica. Graba esas sesiones improvisadas y escoge las piezas que considera mejor encajan en la emoción que pretende transmitir. “Y muchas veces -confiesa- tengo que escribirlas y escucharlas una y otra vez para aprendérmelas”. Otras, sobre todo si siente que puede “ir más allá en la expresión de la emoción”, prefiere quedarse en silencio y dejar espacios que luego, en el estudio, completa y perfecciona. Es lo que le sucedió, por ejemplo, en Noche, la primera canción de su nuevo álbum y la que le da título: aún necesitaba entender hacia dónde le iba a llevar su viaje para llenar el hueco que faltaba.
Y es que NOCHE, el disco, surge de una estancia “realmente inspiradora” de más de cuatro meses viajando por toda Latinoamérica a raíz de su gira más importante allí. Ya había estado en Medellín cuando compuso el tema que homenajea a la capital colombiana, todo un fenómeno allí: “He llegado a tocarla cinco veces en un concierto”, comenta entre risas, “más rápido, con más energía, más intensidad…”. Pero era la primera vez que podía involucrarse en la cultura de los países por los que pasaba pese a un tour realmente duro, cuenta, sin apenas tiempo. “Los únicos momentos que encontraba para mí eran siempre de noche, y el disco fue tomando forma poco a poco, noche tras noche, recorriendo Sudamérica: México, Colombia, Ecuador, Chile, Perú, República Dominicana…”. Tantos años tocando los nocturnos de Chopin para acabar haciendo su propio disco de nocturnos, bromeamos. “Las noches allí son mucho más cálidas que las de París a las que yo estoy acostumbrado. Es mucho más estimulante para trabajar”.

Aunque sus trabajos largos se centran en exclusiva en lo que podríamos denominar solo piano, su espíritu intrépido le lleva a aventurarse a incluir, en cada uno de ellos, una canción que se salga de la dinámica. “En LETTER, mi anterior disco, que era una carta de amor a todas las personas que amo, invité a mi hermana pequeña Lina a tocar el violín, por ejemplo. Me gusta hacerlo porque, además, es una manera en la que yo abro un espacio para que otro artista, otro instrumento, otra forma de pensar y de tocar, expresen su visión sobre un concepto en el que yo estoy trabajando”, reflexiona. “En NOCHE, y tirando del hilo conductor de la nocturnidad, me pareció ideal introducir un saxo y un ambiente así como más electrónico, que le da ese aura de misterio que también tiene la noche. Así que el tema discordante terminó siendo Ferdi, que es el nombre de un saxofonista increíble con el que ya he colaborado varias veces y que es quien compuso y toca la canción”. Temas como ese, dice, le abren el apetito de hacer, definitivamente y más allá de featurings esporádicos, un disco propio de electrónica. Quiere hacerlo, pero tiene claro que no quiere hacerlo solo. “Prefiero rodearme de la experiencia de años y años de alguien mucho más especializado”. Irá en busca de su media naranja ambient en sus próximos viajes, mientras sigue desenvolviendo los misterios de la melodía, deshojando las margaritas de la emoción.

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