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ENTREVISTA | RALPHIE CHOO

ENTREVISTA | RALPHIE CHOO

Por Diego Rubio

El madrileño es el futuro del pop, hilvanando organicismo digital, sampledelia, tradición y vanguardia, melodías irresistibles, r&b experimental, plugg, creatividad con filtros estéticos, experimento, ambición masiva y referencias contrastadas en un brillantísimo collage. Su primer largo, ‘Supernova’, editado por la sección USA de Warner, confirma todo lo que se venía barruntando sobre el talento de Juan Casado desde hace varias temporadas.

¿Y si la creatividad ya no pasa por crear desde la nada y ahora se refleja en la inteligencia a la hora de conectar puntos a priori distantes entre sí? Si ese fuera el caso, Ralphie Choo representa la vanguardia, la facción adelantada: un Seurat de los puntos ciberespaciales. Toma su nombre artístico de una escena mítica de Los Simpson en la que Ralph, el hijo del jefe de policía, le regala a Lisa una monísima tarjeta de San Valentín en la que se lee: “eres muy chu-chu-chuli” -en inglés, “I choo-choo-choose you”-. Y su música, desde el principio, poco antes del estallido de la pandemia, luce sus influencias con orgullo, sabiendo que esta generación, su generación, está llamada a ofrecer un espacio puente, un nexo, entre la infinidad de periferias y márgenes -geográficos, estéticos, de imaginario- y los viejos discursos dominantes que se asocian a la industria del pop. Entre lo que conocemos y lo que aún está por venir.

También a tratar de darle sentido al bombardeo de contenido. “El mío es un trabajo de collage, de coger de aquí y de allá, de aprender esto de este o del otro. Y, al final de todo eso, conformar tu propio universo creativo”, reconoce Juan Casado, nombre real de este madrileño de 24 años que ha llegado para revolucionar el pop facturado en castellano. Pero este nivel de worldbuilding también es un talento. Detrás de todo este modus operandi, que puede entenderse desde una suerte de aleatoriedad, hay una preocupación constante por saber qué músicas van a sonar o están sonando a lo largo y ancho del planeta. “Cosas que funcionan, pero están en el subconsciente. Patrones, por ejemplo, que sabes reconocer sin saber muy bien por qué y que has ido adoptando o asimilando a base de escuchar a un artista u otro. No solo aquellas cosas que te gustan”. Hay una decisión férrea ante la conquista de un mercado -y de un público- global. Y hay, claro, “muchas horas pasando samples y tratando de mantener fino el buen gusto”. Un concepto difuso per se, que no puede aplicarse desde lo individual, lo personal, lo opinable, pero que sí habla de las tendencias universales y del presente sociocultural de cada momento.

Que exista entre los medios especializados de prácticamente todo el mundo un consenso más o menos generalizado en cuanto a cuáles son los mejores álbumes de cada curso, por ejemplo, nos da pistas acerca de esa definición sociológica del “buen gusto”, y las referencias de Ralphie Choo siempre han mirado sin complejos hacia tales universos. Al principio, cuando el proyecto tenía más forma de bedroom pop, era fácil que vinieran a la cabeza nombres como Gus Dapperton, Mac Demarco, Rex Orange County, Yellow Days, Cupido o Frank Ocean, que para él siempre ha estado presente como norte cardinal. Pero en algún punto del proceso empezó a sentirse encasillado. “También venía de una onda Cráneo, Lasser y todo ese sonido medio lo-fi, con guitarras y más baterías… Pero no era eso en lo que me quería convertir”, confiesa. “El momento en que conocí a Mori y a Rus (Rusowsky) sirvió para expandir mi universo creativo”. También a nivel estético: en el sello/colectivo Rusia-IDK, del que Ralphie forma parte, no solo se hace zoom en la música; todos los detalles cuentan. “Nos encantaría que en el futuro fuera algo así como Year001, que todo lo que sale de su puto culo es crema”.

Dice que su objetivo siempre fue hacer un disco, pero además de no sentirse completamente a gusto con el sonido que estaba sacando, sentía que le faltaban las herramientas adecuadas. Así que fue investigando su propia evolución, que se puede rastrear entre Soundcloud, Bandcamp y sus versiones de Rosalía, hasta dar con la clave en el tema Lamento de una supernova, publicado en 2020. “Ahí supe que empezaba a haber algo más especial. Empecé a hacer demos y más demos, hasta tener una carpeta gigante. Me fui con Drummie -su fiel escudero- a una casa que tienen sus padres en un pueblo por Aranda de Duero, y ahí estuvimos trabajando hasta que tuvimos la primera maqueta formal de lo que sería el disco. Sobre eso construimos después, resolviendo, poniendo, quitando, moviendo piezas de aquí y de allá… Hasta que pudimos ver el cuadro completo, una colección de canciones que tenía sentido para nosotros”.

Pero de ahí a lo que hoy, casi dos años después, es Supernova, hay un largo camino que recorre con pulso de cirujano el equilibrio entre el triunfo masivo y el experimento pop. Sin la visión rupturista y sampledélica de aquellas sesiones rurales, que incluyen la reverb natural de un antiguo corral, un piano ligeramente desafinado con “un color muy especial” e infinidad de percusiones caseras -“todo lo que se te pueda ocurrir de la cocina: cucharas, platillos… Somos muy de reciclar cosas e íbamos por ahí con la grabadora en plan ‘esto me flipa, grábalo’”-, no hubieran existido, por ejemplo, Tangos de una moto trucada, canción con la que Ralphie debutó en la plataforma internacional COLORS, o Bulerías de un caballo malo, el tema que Pitchfork destacó como Best New Track y que, resumiendo, lo cambió todo.

“Teníamos la idea de hacer una especie de película. Algo que se saliera completamente de la estructura al uso de un disco y que funcionara más como un moodboard, todo muy cinemático. Pero llega un punto en que tienes tantas cosas que se van de lo típico que terminas pensando: ‘Baja un poco, que en realidad quiero comer, ¿sabes?’”. Así que enfocaron los temas nuevos, Máquina culona o Voy con todo -el último single publicado antes de la salida del disco- de forma mucho más estructurada, adaptándose más normativamente a las fórmulas de la canción pop. “Que luego también hay otra parte, incluido un interludio rarísimo full sintes, que es incluso más bizarra. Pero al final ha sido importante darle ese relativo ‘orden’ a todo, facilitar la accesibilidad y no ir deliberadamente en contra de ella. Queremos comer, ya te digo, pero también que el público lo cante todo, que se pueda identificar, que pueda entenderlo y que la música, en general, sea fácil de asimilar, incluso para un niño pequeño. Creo que es lo importante del pop”.

ralphie choo entrevista supernova

Como para Rosalía o The Weeknd, la ambición de Ralphie Choo es mantener una personalidad sonora esquiva que juegue las grandes ligas. Su estrategia es la del Caballo de Troya. “Obviamente hay un plan. Desde el principio tratamos de evitar entrar en esa rueda de artista de España, contrato con Sony y tal. Siempre hubo una mirada hacia afuera, hacia Londres, París o Coachella”. Y así enfrentaron el Sónar, con una presentación que subvierte el formato tradicional de banda con un cuarteto de cuerdas y un enfoque orgánico pero hiperdigital. Buscando llamar la atención en uno de nuestros foros internacionales por excelencia. “Pero la idea no era que de un día para otro te estén tocando a la puerta medios internacionales”. Eso llegó, en realidad, a raíz de la exposición en Pitchfork. “Querían conocerme, ver cómo trabajo… asegurarse de que no estaban fichando a un ghost producer, o llámalo x. En cuestión de dos meses estábamos viajando a Londres, Nueva York, Los Angeles…”. El sello londinense 4AD les propuso enviarle un tema a Mura Masa y al poco estaban en la capital británica grabando con él. Y acabaron metidos en una de esas sesiones de estudio maratonianas típicas de Los Angeles con Kenny Beats. “El tío es como un gurú, no solo en lo musical, sobre todo en lo psicológico en torno a la música. Pero esta sesión, por ejemplo, fue súper fría: ‘Yo soy el productor y tú eres el cantante, así que te encierras ahí en la cabina y hasta que salga algo’. Y es muy difícil traspasar esa barrera, lograr interactuar de verdad y llegar a fusionarse, que es la idea de una colabo, digo yo. Está claro que es el workflow de la gente de allí”, relata.

La presión subió hasta el punto de llegar a plantearse sacar el álbum por su cuenta. “Quizá una buena metáfora es, en un partido de fútbol, cuando estás jugando muy bien, metes el primer gol y de repente como que te entra el miedo y te pones un poco a la defensiva, cuando lo suyo hubiera sido seguir atacando si estaba yendo todo bien”. Pero también apunta a la incertidumbre que se crea en torno a un fichaje de estas características, especialmente para artistas con poca trayectoria y nuevos en la industria. “Unos apostaban de una manera y otros de otra, pero al final nadie movía ficha realmente y el disco se estaba convirtiendo en un freno. No puedes avanzar, estás pendiente de algo que no sabes si va a llegar, y yo me estaba muriendo de ansiedad en casa. Y, yo qué sé, poco a poco me fui tranquilizando, asimilando la situación, lo que suponía para mí, y fueron saliendo las cosas”.

El 15 de este mes finalmente ve la luz Supernova, seguramente el álbum más esperado por aquellos a los que la música les importa algo en nuestro país. Las expectativas son altas, la visión firme. “Pienso que va a salir bien. No sé si en números, pero por lo menos sí en reputación, reconocimiento… Que se acerquen artistas a los que admiras y te digan: ‘Oye bro, buen trabajo’. Que nos sirva para posicionarnos en el mundo del merch y en el high fashion de los artistas”. Lo económico no le preocupa tanto. “Obviamente no me molaría que se quedase en nada esto, y como te digo hay un equilibrio entre hacer cosas que sean universalmente comprensibles y aquellas que te realicen de forma, digamos, artística. Pero, eso, con que dé para devolver el adelanto y para ir tirando nos vale. Para mí es más importante el curro bien hecho y que a la peña le puto flipe, que lo cante en los conciertos, llenar más salas… Y lo demás ya se irá viendo”. El mejor, si me preguntan. Pero lo vamos viendo.

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