ALAN WAKE II, MEJOR VIDEOJUEGO DE 2023 PARA NUEBO
Por: Ramón Baylos
Hay obras que nacen incompletas y avanzan a través de explosiones de creatividad, impulsándose a base de sobrepasar lo que persiguen e incluso nuestros deseos más improbables. Podría decirse, entonces, que ‘Alan Wake II’ es a los videojuegos lo que el 2023 ha sido para todos los que disfrutamos de ellos: un sueño febril que perdurará en el recuerdo colectivo para siempre
Han pasado 13 años desde que salió el primer Alan Wake. 13 años de anhelos inconclusos en relación a una secuela que no terminaba de anunciarse. De promesas incumplidas en el aire sobre la continuación de una narrativa que nunca llegaba a completarse. De la intuición de que Alan Wake aún tenía muchas páginas por escribir en la historia de los videojuegos.
Y 13 años después, Alan Wake II se siente un poco como el giro de guion que nadie se veía venir. El plot twist. No solo hemos llegado por fin a la segunda parada del camino que Remedy y Sam Lake -director absoluto de la saga- empezaron a dibujar en 2010 para el personaje, sino que lo hemos hecho con lo que para mucha gente ha pasado a ser una obra de culto de forma instantánea. Un clásico moderno. Recordemos, además, en un año donde ha habido tal nivel de lanzamientos que no hemos tenido tiempo ni para echar la vista atrás -y casi ni para respirar-. Una secuela que ha surgido casi como una sombra, resurgiendo de entre los muertos y rodeada de los cadáveres de las teorías escépticas y las perspectivas pusilánimes que lo cuestionarion en su anuncio. Y es que Alan Wake II ha vuelto a consagrar a Remedy Entertainment como un estudio capaz de lo imposible, de superar las expectativas de un sector que estaba deseando jugarlo.
Es paradójico, en realidad, que aquel primer tráiler que vimos en la gala de los Game Awards 2021 vaticinase la vuelta de la franquicia al evento dos años más tarde y con varias nominaciones a sus espaldas. En dicho vídeo se podía escuchar una voz sumamente reconocible susurrando pesadillas del pasado y añoranzas nacidas del miedo y de la frustración, casi como si Remedy quisiera dar voz a una comunidad que no había dejado de soñar con esta secuela. Y, justo antes de que el críptico clip llegase a su fin, se revelaba la figura de un personaje extrañamente familiar. El logo de Alan Wake II aparecía y, con los gestos de un rostro torcido, el escritor dirigía la mirada, inquieto, a la pantalla reflejando lo que era para todos evidente: había pasado demasiado tiempo.
Dos años más tarde, finalmente, la secuela de la historia de Wake demuestra ser un juego capaz de desafiar por completo lo que la industria tiene asumido y de tambalear los pilares de un sector que en muchas cosas se ha vuelto conformista. Alan Wake II es revolucionario en su apartado técnico por un diseño de sonido escalofriante que acompaña momento a momento lo que se ve en pantalla. Pero es que esto también es sublime a su manera: los modelados, las técnicas de iluminación, las físicas de todo lo que rodea a nuestros personajes… El grado de realismo demuestra que en Remedy siguen caminando varios pasos por delante y pensando en cómo crear los juegos del futuro.
Pero lo cierto es que esto último sería imposible si en el estudio nórdico no se hubieran fijado en el legado de otros que aparecieron antes. El survival horror siempre ha recurrido a simplezas poco inspiradas para generar tensión -jumpscares, narrativas que juegan de forma sádica con las vidas de los protagonistas y estrujan sus personalidades hasta convertirlas en amasijos de traumas-, y Alan Wake II en parte lo hace. Pero consigue trascender todos esos intentos de ‘dar miedo’ para ‘convertirse en el miedo’. Remedy ha sido capaz de desdibujar los esquemas del terror de manera tan impactante que lo terrorífico nace detrás de su inquietante realismo, de lo increíblemente angustioso que es vivir algo que se ve, se oye y se siente tan verdadero, y que sabe delirar en su propio surrealismo recordando a los mejores momentos de Twin Peaks o a una versión surrealista de True Detective o del nordic noir.
Qué injusto sería, por lo tanto, dar a entender que la fuerza del juego reside únicamente en su apartado técnico. Sobre todo cuando el trabajo de Sam Lake, visto de forma casi subliminal en los primeros Max Payne y de manera desatada en Control, siempre se ha caracterizado por jugar con los límites del diseño narrativo. De lo que pueden ofrecer los videojuegos. En este mismo sentido las líneas argumentales de Alan Wake II se retuercen tanto que se acaba generando una especie de valle inquietante dramático en el que el terror llega a través de la aparente -e intencionalmente falsa- desorganización argumental.
Alan Wake II no solo desborda los límites narrativos de su propia historia a través de tramas escritas por el autor (ahora co)protagonista que van cobrando vida e influyendo en el continente del que nacen: también los del medio para permear en la literatura, en la música, en el cine, en la televisión. Hasta llegar a convertirse casi en una obra metareferencial sobre lo que supone hilar decenas de golpes a la cuarta pared hasta que esta no sea capaz de contenerse y acabe desparramándose a los pies del jugador.
Remedy Entertainment ha logrado dar con la tecla correcta para crear, interconectando sus videojuegos, el primer gran multiverso del terror, con una proyección de cara al futuro que pasa por intensificar aún más los giros de guion que la gran obra da sobre sí misma. Por todo Alan Wake II ha conseguido convertirse en nuestro juego favorito de 2023 y lanzar al aire una conclusión final que se desdobla en dos variantes que quizás no sean excluyentes entre sí: o Sam Lake está loco, o es un maldito genio.