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BEATRIX WEAPONS: “EL ORDENADOR NO ES UN ESPACIO APACIBLE PARA MÍ”

BEATRIX WEAPONS: “EL ORDENADOR NO ES UN ESPACIO APACIBLE PARA MÍ”

Por Elisa Amorós

A MENUDO LOS CREADORES MÁS INTERESANTES DEL MOMENTO ESTÁN FUERA DEL FOCO. ES EL CASO DE BEATRIX WEAPONS, PRODUCTORA MURCIANA QUE ESTÁ REDEFINIENDO LA MÚSICA ELECTRÓNICA FACTURADA EN NUESTRO PAÍS CON MIRADA GLOBAL. ¿FELIZ POR EL ANUNCIO DEL REGRESO DE APHEX TWIN? PUES ESPÉRATE A ESCUCHAR ESTE ‘CELESTIAL TOWN’.

Desde que era una cría Beatrix Weapons ha aprendido a explorar el mundo y hasta a sí misma de la mano de la música. Hoy es uno de los nombres que sirven para definir etiquetas musicales con charme, como IDM (Intelligent Dance Music,) ambient o por momento noise del bueno. Pero esta murciana convertida de la noche a la mañana en la gran esperanza de la electrónica con coartada warpiana en nuestro país, todavía recuerda su obsesión por Operación Triunfo, el concurso musical que marcó a toda una generación, cuando celebró su primera edición, la de l@s Rosas de España, Bisbal, Chenoa y Bustamante: “Me ponía en el escritorio las canciones, las escribía y luego las cantaba en plan rollo playback. Tengo esa imagen todo el tiempo en mi cabeza y me resulta muy gracioso. De cría tuve un fanatismo súper loco con eso”.

Aquella fiebre no duró demasiado y en su adolescencia el contexto cambió: “Pasaba la vida con mi grupo de amigos en el parque, con el cajón, la guitarra, bailando todo lo que podíamos y más. Me metí a fondo con el flamenquito y todo eso.” Disfrutaba socializando con sus amigos, pero en el fondo había algo que le hacía sentirse diferente. “Sí, la verdad es que hay que reconocer que era la más rara del grupo, aunque mi ambiente en Murcia siempre ha sido muy punky, muy underground”. Dice que por aquella época se sentía insegura, una sensación que de alguna forma consiguió canalizar a través de la música. Y lo de estudiar y la Universidad terminó por convertirse en un problema añadido. Hija de militantes, Bea creció en un contexto muy politizado, así que la opción de terminar estudiando en Ciencias Políticas parecía lo más natural. “Comencé a estudiar Ciencias Políticas para decir cosas muy enfadada”, llegó a decir. “Me pasaba más horas pensando en cómo hacerlo todo arder que intentando entender la administración pública”. No funcionó, lo dejó en el último año de carrera. Y seguía buscando su lugar en el mundo.

En Internet y gracias a SoundCloud dio con una comunidad con la que se identificaba profundamente. Describe aquel momento de búsqueda con su imagen frente al ordenador, encerrada en su habitación, descubriendo en la red todo un universo musical fascinante y entregándose totalmente a ello después de hacerse un curso de Ableton. “Ahora estoy más open a nivel sonido, pero yo siento como que vengo de ahí, de escuchar, es lo que soy también un poco ¿no?”. Fue el momento de sumergirse de cabeza en corrientes alternativas. “Cuando empecé a hacer mis primeras producciones completamente sola tenía mucha influencia del sello NUXXE -la discográfica fundada por Shygirl y Sega Bodega en la que también dieron sus primeros pasos Oklou o Coucou Chloé-. Me influyó mucho ese concepto de los artistas del sello, que encajaban la música de club en un contexto urban”. También la escena sadboy de Noruega, artistas como Yung Lean, Yung Sherman y Whitearmor, por sus melodías nostálgicas y sensibles: “Las melodías te llevan a otro lugar absolutamente. Tienen un componente muy nostálgico, en el que me muevo muy bien. Creo que es una cuestión de sensibilidad”.

Internet fue el caldo de cultivo del proyecto, pero si por algo se caracteriza hoy Beatrix Weapons es precisamente por los múltiples matices y direcciones que ha tomado su música. En buena medida como consecuencia de colaboraciones con músicos y artistas visuales de todo el mundo. Viajó a Indonesia y aprovechó la oportunidad para trabajar con músicos de música tradicional del país; se afilió al colectivo Women in Experimental, que plantea lazos de unión con creadoras digitales del mundo entero; y se lanzó a tirar colabos con raperos, artistas visuales, y terroristas culturales en general diseminados a lo largo y ancho del planeta como Mente3000, um6ra, Dove o Module.

El resultado de todo ello son una serie de discos -dos álbumes, Final Ascension y Expand, ambos de 2022, y un puñado de EPs- que han visto la luz en sellos y netlabels del mundo entero, de Berlín a Santiago de Chile, y que Beatrix Weapons ha publicado de manera compulsiva durante los dos últimos años, casi como respuesta visceral al encierro pandémico, lo que no deja de resultar irónico en una artista que se ha desarrollado a la luz tenue de la pantalla del ordendor, en la soledad de su habitación. Y cuando no se cumple ni un año de la publicación de su última referencia, Virgin ni más ni menos -subsidiaria de la multi Universal, y decididos a revertir el statu quo de la música de este país con fichajes como el suyo o el de BB Trickz– publica Celestial Town, cinco temas preciosamente empaquetados por el arte de Nil Fernández, con algún que otro galope drum’n’bass y que suenan como una versión hyperpopera del Aphex Twin más extravagante. Otra liga. “Cuando doy entrevistas se hace mucho hincapié y hasta se romantiza mucho el hecho de que la música es mi vía de escape. Pero en realidad el ordenador no es como un sitio apacible para mí ¿sabes? Sentarme a hacer música supone enfrentarme con todos mis monstruos, y si estoy mal la música no es mi forma de relajarme”. Benditos monstruos.

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