TEXTOS | LOLA QUIVORON Y SU ‘RODEO’
Por: Fernando Bernal
El debut de la cineasta francesa Lola Quivoron se adentra en el mundo patriarcal y sin leyes del motocross urbano en los suburbios de Francia A TRAVÉS dE una joven QUE FRENA SIEMPRE LA ÚLTIMA PARA DEFENDER SU IDENTIDAD. ¿Motomami? No del todo: ella se llama Julia y solo reclama su lugar en el mundo. Te lo explica su directora.
Lola Quivoron (1989) se presentó en Cannes con su ópera prima y consiguió que el prestigioso -y habitualmente algo estirado- certamen francés escuchara el ruido de sus motos de alta cilindrada, se dejara embriagar por el olor a gasolina, sintiera las vibraciones del reguetón y descubriera a su joven protagonista Julia. Y todo en el mismo pack. De ahí se llevó un premio en la sección Un Certain Regard, y luego Rodeo ha circulado por varios festivales hasta dar un frenazo en nuestra cartelera. Con esa costumbre -un tanto innecesaria- de poner etiquetas, enseguida su obra se catalogó como un combo perfecto cuya fórmula sería: Titane + Fast & Furious + Childhood. Pero, en realidad, se trata de una película de gánsteres, inspirada además en los westerns clásicos, con una joven reclamando su espacio en un universo masculino que la rechaza por su sexo y por su cuerpo.
Rodeo nace de la pasión de la cineasta francesa por una comunidad de chicos que han convertido el motocross urbano -galopar literalmente sobre motos, haciendo todo tipo de trucos y piruetas- en su estilo de vida. Y de su deseo íntimo de ver un día a una joven motera hacer un «caballito». “Yo no sabía nada del motocross de asfalto, y lo descubrí estudiando cine en París. Allí empecé a ver unos cuantos vídeos de acrobacias y me parecieron alucinantes. Esto me trajo a la memoria que cuando yo era pequeña, porque crecí en el extrarradio de la ciudad, había visto a estos chicos por las calles a toda velocidad con sus quads y sus motos. Me resultó curioso, porque eran motos de cross, que no están hechas para el asfalto”. Un día se presentó en una reunión que tenían a las afueras de la ciudad, en un espacio de carreteras vacías que nadie utiliza. “Y fue cuando realmente esto me alucinó, porque comprobé que estos chicos creaban familias, auténticas comunidades cerradas pero muy unidas. Su estética y su poética me enamoraron totalmente. Los olores, los colores, incluso el lenguaje… Y ya no te digo las acrobacias. Pero sobre todo esa política de formar familias alternativas. Familias que les permiten olvidar un poco su vida, su realidad y su dureza. Estuve cinco años documentándome, hice un corto, un videoclip y escribí el guion de Rodeo. Lo hice realmente gracias a las amistades y a la confianza que me dio este grupo que se llama Dirty Riderz Crew: ellos me abrieron a este mundo que viene de EEUU. Resulta muy interesante cómo esta cultura se ha establecido con el tiempo en mi país”.
De ahí surgió primero el cortometraje Dreaming of Baltimore (2016), que se puede ver en Vimeo, y posteriormente Rodeo, que su directora califica como “una película épica y súper-naturalista”. La historia está ambientada en un microcosmos violento con una férrea estructura patriarcal, dirigido desde la clandestinidad por un mafioso y habitado por jóvenes que sobreviven de trapicheos y robos en torno a un taller ilegal al que se incorpora Julia, una joven apasionada de las motos. “Es muy raro encontrar una chica en este tipo de grupos. Yo pasé mucho tiempo con ellos en las carreteras y solo encontré una. Y pronto desapareció. Empecé a imaginar un personaje femenino, y por suerte encontré a Julie Ledru en Instagram (@Inconnue95.fr) y pronto empezó a haber una química entre nosotras. Me pareció muy mística, me habló de su juventud, de su pasión por las motos…”.
Se citaron en Beaumont-Sur-Oise, a las afueras de París. “Conocía ese pueblo porque me había topado con él durante las primeras manifestaciones de protesta por la muerte de Adama Traoré en julio de 2016. Me pareció una señal. Llegó con su vieja Honda y me contó su historia. Le hablé de este personaje femenino que ella parecía entender de manera muy obvia. Cuando volví de reunirme con ella, llamé a Antonia Buresi, actriz en el filme y también coguionista y le dije: ‘Qué raro, esta chica es una mentirosa de cuidado. Me ha contado la historia de su vida, pero es la historia de la película’”. En ese momento, según sus palabras, sintió hacerse el milagro, como si encajaran la realidad y la ficción de una manera absolutamente inesperada. Ahí estaba la esencia de la historia y también su protagonista, que obtuvo por su trabajo el premio a la mejor actriz del Festival de Sevilla.
Lola Quivoron considera que uno de los grandes temas de la película es el cuerpo de Julia. Y el cuerpo de Julie Ledru, junto con su soledad, fue algo que le impresionó desde el primer momento. “Los cuerpos son importantes en la película, porque todo este mundo está dominado por hombres. Ella tiene un cuerpo diferente a ellos, por eso quería que ella resurgiera, que se liberara de su cuerpo, que no es más que una asignación propuesta por las raíces. Como una forma de liberación, de escape. Al igual que me pasa a mí, le cuesta identificarse como femenina o masculina. Julie, Julia y yo somos seres no binarios”.
El último reto fue reclutar al grupo de motoristas. A las primeras pruebas se presentaron como doscientos candidatos, pero la directora de casting decidió trabajar de manera colectiva, con grupos de amigos que ya estaban hechos, todos ellos apasionados del motocross de asfalto. “Llegué cuando solo quedaban cinco grupos, y comenzamos a improvisar con ellos. Es donde empezamos a trabajar y a conocer a sus personajes, partiendo siempre desde lo que ellos transmitían y cómo lo vivían. Hablamos de la película, pero las únicas que leyeron el guion fueron Antonia y Julie, porque para ellos pensaba que podía ser pesado. Prefería contárselo. Nos reuníamos solo una hora diaria como una comunidad, pero acabaron sabiéndose el guion a la perfección, mejor que si lo hubieran leído. Tuvieron acceso a la historia a través de la oralidad y eso les permitió una interpretación más libre, porque entraron en la mitología de la historia. Luego trabajamos las secuencias y eso me permitió a mí reescribir muchas de ellas. En el rodaje hubo cierto margen de improvisación, no tanto en los movimientos de las motos, que eso estaba muy claro en el guion, pero sí en las expresiones”.
Kelman Duran
La cineasta llegó por casualidad a Kelman Duran, un músico y productor de Los Angeles (con ascendencia dominicana) que se dedica a hacer samples con sonidos callejeros para reformular el concepto de reguetón a través de los sintetizadores y que ya ha llamado la atención de artistas como Kanye West con trabajos como 13th Month (2018). “Lo conocí gracias a Rafael Torres, mi montador. El primer tema de la película, cuando Julia roba una moto y huye por la carretera, es lo primero que escuché de él. Me encanta ese post reguetón que él propone, cómo deconstruye esa trama del género, cómo hace de un sampler la repetición constante hasta bordear la paranoia. Su música es muy cercana a la protagonista, porque ella también es bastante paranoica. Nos conocimos y hubo un flash inmediato entre los dos y enseguida se puso a trabajar. Lo alucinante es que muy pocos músicos hacen esto: el hecho de que me dejara una libertad absoluta para manipular lo que él componía. Por eso pude incorporar los ruidos de las motos y de los quads en la banda sonora. Y el resultado ha sido muy sensorial, comunica sensaciones. Ahora él es bastante famoso porque ha compuesto un tema del último disco de Beyoncé: I’m That Girl, en Renaissance”.