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LOS BITCHOS | ENTREVISTA

Por Belén Guillamón

El tren del hype no terminará arrollando a esta girl band de Londres con pluralidad lingüística y que, sin embargo, ha elegido como lenguaje una psicodelia evocadora, lisérgica, brillante y completamente instrumental que transmite en términos surf rock, que baila cumbias peruanas y que se encomienda al rock turco. En su segundo álbum, ‘Talkie Talkie’, se enfundan el outfit de discothèque y se abandonan a la fiebre del sábado noche. Que el fin del mundo te pille bailando. 

Cuando hablamos, a la mañana siguiente de su triunfal concierto en el festival portugués Paredes de Coura, las chicas de Los Bitchos no son del todo conscientes de que en menos de dos semanas su nuevo álbum, Talkie Talkie, ya habrá visto la luz, como tampoco parecen reparar demasiado en el tren del hype que las acompaña a todo trapo desde que su primera actuación en la emisora KEXP, poquito antes de la pandemia, arrasase en YouTube durante los primeros meses de confinamiento. “Nos acabamos de dar cuenta tal cual lo has dicho. Es un nuevo trabajo que estamos muy orgullosas de poder sacar y la verdad es que sí, estamos muy emocionadas, pero hemos tenido poco tiempo para pararnos a pensar en lo que estamos viviendo en los últimos meses”. En los últimos años, incluso: desde el lanzamiento de su debut, Let The Festivities Begin!, en 2022, apenas han parado de girar unos pocos meses, prácticamente empalmando la presentación de un disco con la grabación de otro y pasando rápidamente del SXSW a Coachella, al Primavera Sound, a Glastonbury o a encabezar su propio tour estadounidense. Todos hitos relativamente improbables para una banda que, contra toda norma comercial y en la dictadura inmediata del streaming, es fundamentalmente instrumental. “Trae un sinfín de posibilidades”, dice al respecto la guitarrista Serra Petale. “No tienes que hacer que nada encaje con un tema lírico, puedes hacer tantos solos de cualquier instrumento como quieras… Eso me encanta: creo que puedes hablar de cualquier cosa y puede llevarte a cualquier parte… No tenemos que estresarnos por tener buenas letras para ninguna de nuestras canciones. En realidad, escribir es difícil, no todo el mundo puede hacerlo en mi opinión. Si no lo haces bien puede ser muy, muy hortera y desagradable”.

La ausencia de letra es, así, una parte indisociable de su identidad desde el principio, desde sus primeros pinitos musicales en la escena del sur de Londres, pero lo cierto es que sí usan sus voces en algunas canciones: en lugar de cargar con un peso significativo, con un mensaje, actúan como texturas o pequeños complementos, en realidad como un instrumento más en sentido estricto. Una herramienta más para redondear la paleta cromática de una banda que ha combatido la nubosidad del Reino Unido con los claros del surf rock, de la cumbia y de una psicodelia global que, como sucede con Khruangbin, tiende puentes entre las tradiciones funk y disco de países como Turquía, Australia, Perú o Colombia o del África Occidental. La influencia de Serra, australiana de nacimiento, sobre la banda en este sentido es fundamental: “Tiene una colección envidiable de rock psicodélico turco”, asegura la teclista de origen uruguayo Agustina Ruiz, que por su parte es la responsable de la mayor parte del acervo latino en Los Bitchos, con Natalia Oreiro como una de sus heroínas de referencia. Aunque Agustina ya había formado parte de bandas punk en Uruguay, no había tocado un instrumento hasta que Serra le propuso montar una banda, que al principio también contaría con la participación de la también guitarrista Carolina Faruolo (Abraxas). “Nunca lo pensamos demasiado, fue Serra quien me enseñó a tocar”. Fue después cuando se unieron la sueca Josefine Jonsson al bajo y la londinense Nic Crawshaw a la batería, conformando el cuarteto definitivo. “Solo lo hicimos porque queríamos, por diversión… Y luego fue surgiendo todo lo demás. Hubo momentos difíciles, pero nunca nos presionamos a nosotras mismas para hacer cosas que no nos parecieran genuinas o que no nos representaran, incluso si tocábamos para cinco o diez personas. Creo que una vez que deja de ser divertido no vale la pena continuar: hacer todo bajo presión y en contra de lo que queremos termina por chuparte el alma. La razón por la que esto nos gusta tanto es porque podemos ser nosotras mismas, como cualquier persona con la que trabajamos. Sé que puede parecer pretencioso, pero creo que eso es con lo que conecta la gente y, en parte, una de las razones de nuestro éxito”. Y es también lo que ha atraído a compañeros de oficio como el mismísimo Jorge Drexler, con quien compartieron escenario en un festival en Formentera para ponerle voz a Yulelé, la cover de Eduardo Mateo -mítico cantautor uruguayo- que interpretan en directo.

Otra de las personas que comparte su visión es Tom Mitchell, encargado de dirigir sus videoclips. “Él ha estado con nosotras desde el principio. Es el mejor, hace todas nuestras fotos de prensa también. Consi- gue convertir nuestras ideas más raras en vídeos realmente geniales, a cada una le da un concepto diferente o la historia que se nos ocurre. Nos encanta, realmente es muy divertido. Tenemos un gran equipo, que siempre ayuda, pero creo que las ideas en sí son tan ridículas… Es como… ‘¿Por qué no?’”. Tom se suma a una lista de colaboradores en la que ya figuran nombres como Alex Kapranos (líder de Franz Ferdinand), que les ayudó a grabar su álbum debut, o el productor Oli Barton-Wood (Nilüfer Yanya, Nubiyan Twist, Porridge Radio), con el que han colaborado esta vez para Talkie Talkie. “Es increíble lo que hizo Alex por nosotras y siempre le estaremos agradecidas, pero para este disco buscábamos un sonido más futurista, que en cierta manera fuera retro pero no tan vintage, y Oli ha sido la persona adecuada”.

En esa línea, Talkie Talkie recibe su nombre de un club ficticio que ofrece a los noctámbulos un universo infinito de posibilidades: “Una vez habíamos grabado todas las canciones con esa idea más festiva, más bailable, teníamos que darle un concepto al álbum. Y si el primero había sido el comienzo de la fiesta, como la preparación, este tenía que ser el club en sí, con pequeñas habitaciones o salas a las que puedes ir y disfrutar de diferentes temas, de diferentes estilos. Hay jazz, momentos más relajados, nostálgicos, divertidos, mucho más funk y disco…”. Pero, sobre todo, hay una idea de fiesta que se sale de la normalidad, que disfruta de ser deliberadamente clásica en su visión del futuro y que conecta bien con sensibilidades más nostálgicas. “La referencia clara siempre fue la música y la estética ochentera, todos esos momentos en los que estabas en el coche con tus padres con la radio encendida y tenías que esperar a que sonaran tus canciones favoritas”, explica una Serra visiblemente emocionada. “En cuanto a la producción, personalmente me encanta la de los ochenta. Creo que es muy, muy creativa, y fue un momento muy especial, sobre todo cuando los sintetizadores y la programación empezaron a dar sus frutos. Creo que la gente se volvió aún más imaginativa y las posibilidades se volvieron ilimitadas cuando salió a la luz el lado electrónico en el pop y en el rock”.

Con esta premisa, el segundo álbum del cuar- teto británico ha resultado ser, además, liberador, y ha permitido a sus integrantes probar cosas nuevas y, sobre todo, enfatizar el lado ameno y distendido de la banda, abrazar aún más el juego, tanto en las canciones en sí como en lo colorido y surrealista de los videoclips o su enérgico directo. Incluso en todas las nomenclaturas y títulos, que provienen de anécdotas y bromas internas, o de cualquier cosa que les haga gracia de una forma bastante aleatoria en el momento de guardar el archivo en el ordenador: “Por ejemplo, el nombre de Let Me Cook You surgió porque una vez está- bamos en Dalston, cerca de donde ensayamos, en un supermercado y un tipo vino y nos dijo ‘déjame cocinarte, quiero cocinarte’ o algo así. Nos quedamos como: ‘¿¡Qué coño!?’”. Esa visión humorística, irónica y en el fondo lisérgica del mundo y de la vida, ambos sin límites ni fronte- ras, recorre de principio a fin, y sin necesidad de palabras, todo Talkie Talkie. Grabado a lo largo de un mes frenético en el estudio de Barton-Wood en Peckham, Londres, su concepción se remonta, sin embargo, a noviembre del año pasado, durante el primer descanso largo de una gira maratoniana que se puede retrotraer hasta principios de 2022, y en cierta medida parte de algunos temas escritos prácticamente en los inicios de la banda, junto a experimentos que han ido aprendiendo de sus propios directos.

 

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Son, según ellas, la gasolina del grupo, y están pletóricas después de comprobar el cariño del público en España y en Latinoamérica. “Tenemos una especie de relación simbiótica con el público en nuestros conciertos, una en la que nos contagiamos mutuamente las ganas de pasarlo bien, de bailar y de saltar. Es como una fiesta en casa, solo tienes que llevar la energía, ya sabes, porque la gente está allí para pasar un buen rato, y creo que especialmente es lo que esperan de nosotras”. El fervor que generan es, efectivamente, una de las cosas que más destacan en cada una de sus presentaciones. Pero las expectativas les preocupan poco: “Obviamente queremos que la gente escuche nuestro disco y que les encante, supongo que ese es el objetivo final, pero en el fondo que sea lo que tenga que ser. A nosotras nos encanta y creo que definitivamente estamos satisfechas con todo el trabajo. Hicimos un disco realmente bueno y estamos muy contentas con él”. Se nota que lo dice con convicción. Ahora solo queda seguir disfrutando del viaje a su propia velocidad de crucero.

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