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ISLEÑA ANTUMALEN | ENTREVISTA

ISLEÑA ANTUMALEN | ENTREVISTA

Por Diego Rubio

Artista y activista, esta joven chilena de origen mapuche no renuncia al discurso y a la intención en cada cosa que dice, en cada cosa que hace. bastión de la lucha por el agua en su comunidad, ahora estrena también su primer álbum, Ñaña (Everlasting Records), en el que echa a un lado el peso político de sus luchas y abraza el perreo, el dembow y la liberación hedonista. el hedonismo es revolucionario.

Isleña no es una artista normal. Viene directa de Alemania, pero no de gira. Ha estado participando en la SB60, las conferencias sobre el cambio climático que ha celebrado la ONU en Bonn para preparar las temáticas que luego se llevarán a la COP29 de Azerbayán. “Postulé para la beca para jóvenes indígenas y afrodescendientes y me seleccionaron”. De 4.000 postulantes quedaron solo 12. Allí ha estado junto a indígenas del Amazonas, quechuas, de Guatemala, de Nigeria… “Y todos muy, muy jóvenes. Activistas puros. Organizamos protestas, y era la primera vez que lo hacían indígenas y afrodescendientes en el contexto de la ONU”. Pero sobre todo estaba para presentar el que es su gran proyecto vital: la lucha por el agua en su país natal. “Vivo en medio del tercer lago más grande de Chile, el Ranco, y en mi comunidad no tenemos agua potable, tenemos que sacarla directamente del lago sin tratar. Es muy importante garantizarnos que el agua no se contamine, pero tenemos problemas con una piscicultura. Un problema que es general del país: casi todas son de Noruega porque ya se sabe, el primer mundo vive así a costa del tercero”. Isleña, que va sobrada de arrojo, fue a hablar en persona con el director: “Me dijo que según sus análisis ellos no estaban contaminando el lago, y que un análisis de agua puede costar 5 millones de pesos”. ¿Una provocación? Antumalén contactó con una geógrafa estadounidense y puso en marcha, de la nada, un proyecto de protección de los lagos a través del muestreo científico: “Extraemos muestras de agua, las enviamos al laboratorio, monitorizamos… Llevamos ahora 4 años y el proyecto ha crecido un montón, ahora tenemos también sociólogos, biólogos marinos, arqueólogos, antropólogos, más geógrafos… Nuestra lucha es por el agua”. Y para defenderla era fundamental reapropiarse el relato del lago.

2020 fue, también, el año en el que se matriculó en Antropología, y el año en el que empezó a cantar. “Siempre había escrito poesía y se me daba muy bien, y cuando entré en la universidad aquel año vino toda la oleada feminista, empezaron a salir tocatas… Y yo en una de estas como que recité una poesía sobre una pista de rap y me voló la cabeza”, recuerda. “Fue empezar y no parar”. En una semana ya estaba grabando, sin darse cuenta del todo de que estaba a punto de embarcarse en las dos aventuras más intensas de su vida. “El activismo es mucho más duro que ser artista, pero las dos facetas se complementan muy bien”. Con lo que no se llevan tan bien es con mantener el ritmo en los estudios. “Las clases online de la pandemia me hicieron un poco dejar la universidad”, confiesa. Empecé a hacer actuaciones, conciertos por Instagram… Pero sin saber nada, ¿eh? Me conseguí un micrófono y una tarjeta de sonido y poco más. Sonaba horrible pero la gente se conectaba, sentí un apoyo bien bacano. Y mis padres lo llevaron bien porque yoquería estudiar cine y ya me truncaron una vez, así que no podían hacerlo otra. Además vieron que me estaba yendo más o menos bien, así que se decidieron a apoyarme. Mi padre además tiene un poco de artista frustado. Es ingeniero pero quería ser guitarrista y no le dejaron. Ahora, en cualquier caso, quiero retomar la carrera”.

Pero primero tenía que terminar Ñaña, su primer disco, según ella “una síntesis de todo lo que he hecho hasta ahora musicalmente”. “Hay rap, porque como que desde niña me afiebré con el rap y con el tiempo me desilusioné más porque no me gusta el ego de los raperos hombres, pero está mezclado con dembow, con reguetón, con dub, con reggae…”. Y sobre todo: se siente como la culminación de un camino difícil para una mapuche que siempre ha querido hurgar en la llaga. “Al principio tuve varios problemas con otros músicos mapuche por que no hay una mapuche haciendo reguetón o dembow, y por empezar a cantar de feminismo. Muchos hombres mapuches, cantantes, raperos, trataron de opacarme porque el feminismo no es mapuche. Y el machismo es mundial, pero en las comunidades indígenas latinoamericanas es brutal, así que muchas veces dentro del activismo indígena el machismo se tapa. No vale defender nuestra tierra si luego en las casas los hombres le pegan a las mamás… Así que salí de ese círculo desde el primer momento, y me enfoqué claramente en no cantarle a las personas mapuches, sino a todo el mundo. Ahí me empezó a ir bien”.

Desligarse, en cierta manera, de sus orígenes a la hora de hacer música ha sido todo un proceso para una persona que los defiende a capa y espada en el plano político, pero reconoce que la clave siempre ha sido la idea de “salir”: “Salir siempre es importante porque si nos quedamos en los nichos perdemos radio de acción. Y para experimentar, que es lo que yo valoro como artista, es necesario salir. Yo no considero tradicional mi música aunque utilice parte del idioma mapuzungún, palabras o expresiones sueltas. De hecho la idea es agarrar esos conceptos mapuches y presentarlos en la forma de una música globalmente entendible como el reguetón o el dembow. Todavía no experimento tanto en lo que es el neoperreo, aunque en el disco hay algunas pinceladas”. Todas, siempre, cargadas de sentido.

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