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FAT DOG | ENTREVISTA

Por: Diego Rubio

Nada que perder y todo que ganar. Los británicos se desmarcan del post-punk que predomina en londres y renuncian a cualquier aire jazz para abandonarse a una marrullera -y muy estimulante- mezcla de punk rock, retrowave, dance y frikadas varias que tiene más que ver con la rave primigenia, con Prodigy o Basement Jaxx, que con cualquier compañero de generación, aunque se declaren enamorados de Mandy, Indiana. Este perro ladra, pero además tiene pinta de que también muerde. Debutan con ‘WOOF.’, en domino y con producción de James Ford (Simian Mobile Disco). 

Todos llevamos pocas horas en Barcelona cuando nos encontramos en la terraza de un hotel del Parallel. Estamos a martes. Y mañana Fat Dog darán su primer concierto en España, en La2 de Apolo como parte de la programación del Primavera a la Ciutat. Más que emocionados están flipando: les han dicho que pueden pedir lo que quieran, que paga Domino. Nunca se habían visto en una igual. Pero, lo más importante: es la primera vez que pueden llevarse de gira a Jimmy, su propio técnico de sonido. “Cuando giramos por sitios de Europa que no hablan inglés a menudo es un desastre porque muchos técnicos ni se preocupan por entenderte”, dice Joe Love, compositor y cerebro de la banda; no tiene pelos en la lengua y, aunque lo niegue, le sobra descaro punk, como a un Chris Hughes -teclista- que entre broma y broma siempre da con la clave: ¿Pija o quinqui? “Pija. No creo que seamos gente muy punk, yo creo que tenemos más en común con la rave”.

Es este el quid de la cuestión para el quin- teto de Brixton, que va, según ellos mismos, de “tomarte la ley por tu propia mano”. Sumidos en una ola generacional de post-punk y etiquetados así por cercanía o afinidad, en el fondo Fat Dog tienen un espíritu más ravero y unos referentes que siempre oscilan entre la música electrónica y algo parecido, o colindante, al rock. Su debut, ‘WOOF’, parece combatir con ironía, retranca y bpms muchos de los tópicos asociados a las nuevas bandas de indie rock británicas. “Salir en Pitchfork es lo opuesto a molar para una banda a día de hoy”, sentencian. “Es bastante deprimente que por haber salido de Brixton y de toda la movida del Windmill se nos etiquete sin pensar demasiado como post-punk, porque no creo que seamos una banda de post-punk, y nosotros insistimos siempre en que no somos parte real de esa escena, aunque compartamos espacios u orígenes”. Entre líneas gritan: sí, llevamos saxo y no por eso somos Squid.

En el fondo, y en efecto, sus filias pasan más por una educación más electrónica. “Mis padres ponían mucho rollo big beat en el coche, mucha música electrónica de la época, tipo Basement Jaxx o The Chemical Brothers y todo eso”, recuerda Joe, que sigue rendido a muchos de esos sonidos. “También me gusta mucho lo que hace Gesaffelstein, aunque ya es un rollo más french touch, retrowave y tal. Creo que muchas estrellas del pop han tirado de este sonido como más ochentero. Ha sido incluso la estrategia de Harry Styles con la intro de As It Was, por ejemplo. Los beats de los ochenta son la hostia para conducir, y en el disco hemos querido ir un poco por ahí también, conseguir esa sensación de movimiento”. En ese sentido, reconocen haberse fijado también en Radio X, la emisora que ponía clásicos de carretera, muy para conducir, en el GTA: San Andreas, o en la música de la serie de videojuegos Serious Sam. “Pero también en el Oxygen de Jean-Michel Jarre y esas movidas más ambientales, muy cinemáticas”, completa Chris. “Mis padres solo ponían música para relajarse, y siempre cosas así, muy trascendentales”.

 

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Todo ese hilo desde los ochenta a la rave, desde el synth al beat, puede recorrerse con los dedos ya desde Vigilante, la canción que abre WOOF.. En ella cuentan con un recitado del actor británico Neil Bell que recuerda al de Barry Clayton en ‘The Number Of The Beast’ (Iron Maiden) o, más aún, al de Ian McKellen en el ‘Invisible Light’ de Scissor Sisters. “Increíble que hayas pillado la refe de Scissor Sisters”, sueltan entre risas, un poco ya embriagados de zamburiñas, cerveza y tabaco de liar. “Literalmente era la idea, le mandamos a Neil esa canción como referencia. Qué buenos eran, la verdad”. Un segundo después lo único que les interesa es que en español la traducción literal del nombre del grupo sería Tijeras Gemelas porque tomarse las cosas en serio es más de bandas que salen en la Pitchfork. “También estaba ahí Vincent Price, ¿os acordáis? Con esa voz súper creepy de Thriller… O a lo mejor solo queríamos confundir a la gente y que pensaran que somos una banda del norte de Inglaterra, porque el acento de Neil…”.Y vuelven, cómo no, a estallar en carcajadas. Es normal: no todos los días viene uno con todos los gastos pagados a hacer entrevistas sobre su música en un rooftop de Barcelona; mucho menos a tocar en el Primavera Sound.

Por fin, después de varios meses en la recámara y una gira que ha puesto en valor la relevancia de sus actuaciones para definir a Fat Dog, todo este período musical culmina con la salida de ‘WOOF’. “La única idea detrás del disco era hacer algunos temazos y nada más, ninguna pretensión”, cuentan. Si acaso capturar la fuerza que han ido demostrando, con la inestimable colaboración de James Ford, que algo sabe de mezclar electrónica y rock. “Todo parte de Joe y de su ordenador, y luego, con la banda ya montada, llevamos esas canciones al estudio de James y las grabamos de la mejor manera posible, usando los instrumentos, intentando mantener en general la frescura de un directo, pero también dejándonos espacio para experimentar con cosas que por limitaciones no podemos hacer en los conciertos. No ha sido tan duro como tener que ir a trabajar, pero tampoco es que haya sido fácil”.

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