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BEABADOOBEE | ENTREVISTA

Por: Marta España

En su tercer álbum de estudio, beabadobee da una zancada hacia la vida adulta. ‘This is how tomorrow moves’ es un trabajo de folk rock confessional, vulnerable y austero, en el que la londinense-filipina deja de mirar hacia fuera, hacia esa ‘Beatopia’ que empezó a imaginar en su anterior trabajo, para comenzar a hacerlo hacia dentro. No hay culpables y ella sabe que no es perfecta. es todo un fenómeno mundial, pero está dispuesta a enseñarnos los errores que comete. 

This Is How Tomorrow Moves es el tercer álbum de estudio de Beatrice Kristi Ilejay Laus, o simplemente Bea, más conocida en el mundo artístico como Beabadobee. Como buena artista nacida en el siglo XXI -nació en Iloílo, en la isla filipina de Panay, el 3 de junio del año 2000, aunque sufamilia se mudó a Londres cuando ella tenía solo 3 años-, se convirtió en una superestrella acústica gracias a Tik Tok, cuando el rapero canadiense Powfu sampleó su tema Coffee en el hit Death Bed (Coffee for Your Head), absoluto sleeper que en 2020 llegó al top 20 de más de treinta países, una repercusión que ella aún a día de hoy considera “abrumadora”. Pero la londinense-filipina es mucho más, y realmente desde el principio, más o menos en 2017, fue bandera de un pequeño movimiento que volvía a reivindicar la intimidad y la producción casera en un momento en el que el indie pop definitivamente había confirmado su conversión definitiva al hi-fi, las producciones excesivamente perfeccionistas y la ambición co- mercial. Junto a Billie Eilish o Clairo, con quien por cierto Bea salió de gira en 2019, le dieron en gran parte alas a eso que terminó conociéndose como bedroom pop, que se manoseó en demasía por las enormes posibilidades comerciales que demostró tener y que ha terminado diluyéndose hacia un pop intimista, sí, pero en otros casos también más expansivo, ambicioso, groovy, psi- codélico. Su música suena a Clairo, cómo no, y a Phoebe Bridgers, a una Birdy a la que conviene reivindicar como avanzadilla. Pero tras seis años en la industria ha trascendido la etiqueta de “in- die”, y más aún cualquier consideración sobre el malavenido bedroom pop. La filipino-inglesa, entre susurros y sad songs, pero también entre guitarrazos slacker y pop prístino en la línea del que hacen sus padrinos –Matt Healy y George Daniel, de The 1975, que la acogieron en el seño de Dirty Hit con tan solo un par de canciones en el mercado, una de ellas, The Moon Song, exquisita versión del tema que su ídola Karen O compuso para la película Her (Spyke Jonze, 2013)-, ha en- trado en el top 500 mundial.

Kristi habla, siempre pausada y reflexiva, de cómo se mueve el futuro. Pero su último trabajo tuerce la vista constantemente hacia el pasado, y juega siempre a la ida y vuelta y a la interrelación. “Creo que para poder avanzar hacia el mañana tienes que pensar en el ayer obligatoriamente”, cuenta en un Zoom que se ha organizado con prisas, pero que sale sorprendentemente bien. Ella se muestra todo el rato solícita y sonriente. “Pero hablo del ayer de una manera diferente a como solía hablar de ello en mis otros álbumes. Esta vez no trato de encontrar culpables, sino que todo es mucho más introspectivo: hay una comprensión subyacente, una forma de asimilación, de las cosas que me han pasado en el pasado, pero también de aquellas otras que me suceden en este momento, en el presente. Cuando estaba componiendo el disco, me pasaron cosas que me hicieron profundizar en mi personalidad: soy como soy y trato las situaciones en base a las cosas que me han pasado cuando era niña, en base a lo que he vivido. Publicar el disco me permitió avanzar, o pasar página para vivir con la emoción del mañana”. Así, con 24 años recién cumplidos -y casi 10 de trayectoria que se dice pronto-, el disco se libera de esa culpa ajena y de la responsabilidad del otro para mirar con más detenimiento el propio punto de vista: en This Is How Tomorrow Moves Beabadobee trata de autodiagnosticarse a través de su biografía, sus traumas y las decisiones que la han llevado hasta el punto donde está ahora:Trato de entender mis acciones y también las de los demás. La gente solo lastima a otros si ellos mismos han sido lastimados, así que, cuando canto sobre mí misma y mis errores, nunca es de manera negativa. Es más como un crecimiento personal, una forma de aprendizaje. Y aunque cante sobre otras personas, siempre es tratando de encontrar una comprensión sobre por qué hicieron lo que hicieron”.

Lo que está claro es que la londinense ya no es esa artista que en 2017 se presentaba al mundo como una adolescente con el pelo teñido de colores saturados, aún atormentada por su infancia, que grababa canciones para sobrellevar el día a día en su dormitorio con los pocos recursos que ofrecían un portátil, un micrófono y una tarjeta de sonido. Ahora, Beabadobee luce su cabello oscuro natural. Dentro de esa experiencia femenina universal en la que ir a la peluquería simboliza un cambio de era, el hecho como símbolo la sitúa en un proceso de sanación y reflexión en el que debe aprender a compaginar alguno de estos desajustes emocionales con las exigen- cias, responsabilidades e imprevistos de la vida adulta. Ha girado por todo el mundo -llegando a acompañar incluso a la todopoderosa Taylor Swift durante doce conciertos de la gira estadou- nidense de The Eras Tour-, se ha independizado por primera vez, y el mundo real le ha dado una bofetada contra la que muchas veces no existen ni estatus ni clases. “Este álbum trata sobre mí convirtiéndome en mujer. No necesariamente digo que soy una mujer ahora, o que siempre seré la mujer que soy hoy. Simplemente, estoy descubriendo mi camino como adulta y enten- diendo lo que se siente al crecer así, como una mujer adulta. Esto sucede gracias a la madurez: acepto los errores del pasado, y también acepto que cometeré más, que no soy perfecta y que las personas que creo que son perfectas nunca lo son. Pero al mismo tiempo intento trabajar en esos errores, entender por qué los cometo, por qué se cometen, y poniendo de mi parte para corregirlos. Eso es lo que realmente significa crecer”. Estando en el punto de mira desde tan joven -apenas había cumplido la mayoría de edad cuando lanzó Patched Up, su primer álbum, con el que fue propulsada por la prensa hacia el puesto de mejor artista revela- ción en territorio angloparlan- te-, su audiencia ha crecido con ella: la ha visto madurar, pero también equivocarse. Eso, sin embargo, no afecta a Kristi en absoluto: “Con las redes sociales solo necesito entender que no son reales. De las personas que me siguen online, aunque aprecio el apoyo, muchas son bots, muchas incels. Muchas de esas personas a veces no se preocupan por mi música, solo se preocupan por mí de una manera muy extraña”.

 

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This Is How Tomorrow Moves, en fin, es un disco de pop rock confesional, minimalista pero no por ello menos glorioso. Las melodías, así como su narrativa, encuentran su fuerza en la vulnerabilidad y, si bien recuerda al alt-folk prepandemia, sus pilares se sostienen por ese bedroom pop que salvó la música post-covid. Beabadoobee es incapaz de componer si hay alguien más en escena: “Escribo toda mi música yo sola. No im- porta dónde esté o en qué etapa de la vida me encuentre. Siempre voy a escribir letras personales. No influye en la vulnerabilidad dentro de mis canciones. En ocasiones, escribo una canción y le falta algo para terminarla, como el final, o un puente. Entonces, mi productor principal -Jacob Bugden-, me ayuda a escribirlo. Generalmente escribo en mi casa. He estado en sesiones antes y realmente me cuesta escribir en una habitación con un escritor, o escribir en el momento con alguien al lado. Tiene que ser un ambiente muy controlado para mí”. Pese a ello, ha cruzado el charco para producir con el mítico Rick Rubin, pero sin sacar, eso sí, a Budgen de la ecuación. No se ha adaptado a la grandilocuencia del estudio, sino que lo ha convertido en su propio dormitorio: “En Shangri-La, Rick no quería escuchar las maquetas que Jacob y yo hicimos en Londres, sino que me pidió escuchar las canciones tal como las escribí. Me dijo que me sentara y tocara las canciones en vivo, solo con guitarra acústica. Al hacer eso, me hizo entender las canciones, y entender que no necesitaban tantas cosas que queríamos agregar. Entendí que solo quería hacer un álbum que sonara como una versión refinada de mis maquetas, no complicarlo demasiado. Creo que en mi último álbum perdimos la naturalidad buscando lo diferente”.

Ha sido el posicionamiento austero de Beabadobee el que ha logrado el resultado más honesto: como si de un diario se tratara, la lon- dinense muestra sus flaquezas, pero también su cara más irónica y mordaz, como en el momento en el que banaliza sobre la feminidad en Girl Song: “Escribí Girl Song en una situación curiosa. Ese día me sentía bien, pero luego me salió un grano en la cara y me di cuenta de que me había venido la regla. Y luego vino ese malentendido divertido y clásico en el que te miras en el espejo y empiezas a odiarte a ti misma. Y sé que eso es una especie de experiencia universal de las chicas. Y pensé en autocomplacerme, con esa idea de que solo soy una chica. Voy a dejarme llevar por la tristeza porque ¿sabes qué? Solo soy una chica. Genuinamente, en ese día, por mucho que sea una canción muy triste, porque me veo exactamente igual que ayer, pero por alguna razón hoy me siento como una mierda”. Incluso sus canciones más turbias, como aquella que abre el disco, son punzantes y pueden leerse entre líneas a través de la pequeña broma en su escritura: “Cuando escribí Take a Bite estaba en proceso de superar un problema que me hizo darme cuenta de que he estado tan acostumbrada al caos en mi vida que encuentro comodidad en él. Pero ahora que por fin soy consciente de que puedo superarlo, solo tengo que aceptar que esto es algo malo: me sienta mejor el orden”.

Pese a las influencias anglosajonas que ha venido escuchando durante su proceso de composición, su aparato creativo siempre recurre a su tierra natal: “La música de Pinoy es la más honesta que conozco, y creo que son los mejores compositores de canciones de amor. Usan tam- bién unas reglas muy concretas, parecidas a las de Simon & Garfunkel. Especialmente cuando estaba escribiendo Girl Song profundicé en esas melodías. Y a veces lo hago en mis composiciones sin darme cuenta, porque están muy arraigadas en mi memoria. Pero no hago una referencia directa, sino que ese estilo musical se entreteje en mis composiciones de forma inconsciente, porque he crecido escuchándola tanto”. Así, Beabadobee puede girar por todo el mundo o grabar cinco discos en inglés, que su cultura siempre prevalecerá sobre el resto de referencias: “Al final del día, sigo siendo muy filipina. Ya no soy una niña, pero eso no significa que no sea filipina. Todavía estoy rodeada de mi cultura. Sigo viendo a mi familia. Me encanta ir a Filipinas. Siempre quiero adentrarme en la música de Pinoy y la OPM. Es algo inevitable en mi vida”.

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