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SABRINA CARPENTER | ARTÍCULO

Por: Anna Pérez

La cantante de 25 años no es ajena a la fama ni a las listas de éxitos o al reconocimiento, pero hasta ‘Espresso’ todo parecía limitarse a un nicho, aunque masivo, muy estadounidense. Tras la canción que la ha puesto en el mapa global del stardom pop se esconde la intención de alejarse definitivamente de la sombra de la factoría disney y afianzar un sonido comercial, amable, reconocoble, clásico, femeninamente seductor en el sentido más tradicional -y cis- y al mismo tiempo personal. y todo el recorrido queda grabado en ‘Short n’ Sweet’, su sexto álbum. 

En el clásico cuento de La liebre y la tortuga, la liebre, confiada en su velocidad, se burla de la lenta tortuga, segura de que ganará una carrera con un resultado aparentemente obvio. Sin embargo, es la tortuga quien, con constancia y paciencia, termina cruzando la meta primero. Sabrina Carpenter cuenta que su madre le decía que era la tortuga del cuento y, aunque a ella le molestaba la metáfora, la cantante ha avanzado en su carrera saboreando el dulzor de un ascenso lento pero inexorable. Es cierto que, desde primavera, su canción Espresso ha ido consolidando su estatus como uno de los hits indiscutibles del año y del verano, copando lista tras lista de éxitos y siendo solo destronada en el Top Global de Spotify por Please Please Please, el segundo sencillo -con producción de Jack Antonoff– del que es ya, aunque parezca mentira, el sexto álbum de estudio de Sabrina. Y que quizá a algunos les haya empezado a sonar su nombre solo después de eso. Pero, aunque su éxito parezca repentino, es de los que se cocinan a baja temperatura.

Mudarse de Pensilvania a Los Ángeles en su adolescencia, como muchas estrellas aspirantes a la casa Disney, marcó el inicio de su carrera. Debutó en la pequeña pantalla con el papel de Maya Hart en la serie Girl Meets World en 2014 y, siguiendo el recorrido de tantas compañeras de la ratonera como Miley Cyrus, Demi Lovato o Selena Gomez, Carpenter compaginó su trabajo como actriz con la música bajo el sello Hollywood Records. Entre 2015 y 2019, publicó cinco discos de puro pop comercial con la etiqueta y el paraguas de Disney. Y aunque estos lograron cierto éxito, especialmente en Estados Unidos, Carpenter ha mencionado que empezó a sentir una limitante falta de libertad artística. Esta primera etapa se cerró de forma más o menos simbólica con On My Way, un tema de dance y reguetón que reunía a uno de esos combos bizarros y extraños que tanto le gustan a la industria -la propia Carpenter, Alan Walker y el puertorriqueño Farruko– y que supuso su primer contacto con las listas en un estilo no tan vinculado al infantilismo yankee de sus anteriores lanzamientos.

En 2020 y tras librarse por fin de su anterior contrato, Sabrina llega nada más y nada menos que a Broadway para cumplir el sueño de cualquier theatre kid protagonizando Mean Girls (Chicas malas). Y a pesar de un genial debut, llegó la pandemia y el nombre de la artista pasó de los carteles de la meca del teatro musical a llenar titulares de la prensa rosa: supuestamente, el himno Drivers License de Olivia Rodrigo estaría inspirado en el triángulo amoroso que las dos cantantes mantenían con Joshua Basset, lo que puso muy en el foco mediático a una Sabrina que, por su parte, respondió con una dolorosa canción titulada Skin, abriendo de paso el camino hacia su nueva era.

Emails I Can’t Send, de 2022, es el primer álbum que Carpenter desarrolla con plena dirección artística. Un proyecto que marca un punto de inflexión en su carrera, y con el que logra la combinación perfecta entre su parte más íntima y su versión más juguetona y explícita. Una montaña rusa emocional con baladas como Because I Liked a Boy, el pop ochentero de Read Your Mind o la diversión al estilo Ariana Grande de Nonsense, canción que define a la perfección a esa Sabrina más pícara que, en sus conciertos, varía la outro adaptándola a la ciudad en la que esté, con rimas picantes, pero con clase. Esos vídeos se viralizan, y la bola alcanza su cenit en el momento en que telonea a Taylor Swift en The Eras Tour. Sabrina convierte sus conciertos en su gran valor, por su capacidad vocal e interpretativa y por aprovechar su viralidad en redes y su estética distintiva: bajita, rubia, enfundada en botas de plataformas, escote en forma de corazón y una gran sonrisa… Esa es su marca personal.

Con una fanbase que se extiende como la pólvora, aterriza en abril como cabeza de cartel en Coachella para estrenar Espresso. Una canción pegadiza de inspiración disco, con sintetizadores y alma pop, que juega con una letra tan sencilla como icónica: “I’m working late cause I’m a singer” o, simplemente, “that’s me, espresso”. El tema se convierte en un hit y da el pistoletazo de salida para su nuevo álbum, a la par que inaugura su nuevo estatus como estrella del pop mundial.

 

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El roll out de de Short n’ Sweet despega con una muy buena campaña de marketing, pues tras los virales momentos en conciertos que son carne de memes y posts en Pop Crave, el equipo de Sabrina desplegó toda su artillería. Vallas publicitarias gigantes con las bromas de los fans sobre la altura de la artista, conciertos en acústico con la BBC, colaboración con Skims… Pero evidentemente, los mejores valores de Short n’ Sweet son la voz y el imaginario de Sabrina, muy relacionado con la romantización del recuerdo de una soleada e inocente Estados Unidos en los años cincuenta. Cuenta la artista que se ha inspi- rado en el country, y muestra su capacidad vocal con giros al estilo Loretta Lynn en Slim Pickins y Sharpest Tool. En Dumb & Poetic y Lies To Girls, que por su parte también guarda relación con Kacey Musgraves, saca su lado más íntimo. Sincera y divertida, suplica que su novio no la avergüence en la ya reconocida Please Please Please, y se deja iluminar de nuevo por el encanto disco en Bed Chem, o por la energía del pop dosmilero en Taste. El álbum suena cohesionado gracias a la agudeza de Carpenter, pero también al meticuloso trabajo de productores y escritores como Jack Antonoff, habitual de Taylor Swift o Lorde, y Julia Michaels, cantante de Issues e íntima de Sabrina.

«Cuando era más joven, creo que casi siempre me sentía de alguna manera presionada para escribir sobre cosas más maduras porque la gente de tu alrededor tiende a ser como: ‘Esto es lo que mola, esto es lo que funciona’. Y lo hice, hasta que empecé a sentir que no era algo auténtico en mí”. La autenticidad que empezó a reconocer en sí misma se parecía más a “esos momen- tos reales en los que solo soy una chica de 25 años que está súper cachonda, y que son tan reales como esos otros en los que estoy atravesando un desamor o una ruptura y me siento tan miserable que ni me considero una persona”, como le confesaba recientemente a la revista Rolling Stone.

 

Obviamente separarse del infantilismo que rodea a todas las estrellas Disney ha sido una preocupación evidente para Sabrina Carpenter en estos últimos años. Pero la suya no ha sido una ruptura traumática como sí lo fue la de Miley Cyrus. Carpenter confiesa seguir llendo a Disneylandia con sus amigos, y en el fondo el estilo que ha adoptado en Short n’ Sweet, siguiendo de alguna manera el ejemplo de Taylor Swift, se aleja de cualquier tipo de provocación o de maldad, encarnando un ideal de princesa norteamericana contemporánea, que guarda relación con el fútbol americano y suelta comentarios deportivos, que bebe vodka cranberry, que te representa musicalmente en los Juegos Olímpicos y que brilla con luz propia en MET Galas o en eventos de Vogue, da igual si el que está al lado es Bad Bunny o la propia Taylor. Su triunfo se basa en construir sobre eso una lírica personal, que ha conseguido madurar a base de, paradójicamente, reconciliarse con su lado juguetón, caótico, y construir su ejemplo a base de ofrecer otra versión de lo que la industria espera de ella. “Escribo canciones exactamente sobre cómo me siento, así que supongo que no puedo sorprenderme de que a la gente le interese saber de quién o de qué van concretamente las canciones”, concluye, siempre sugerente.

Al igual que la tortuga de la fábula, la Sabrina Carpenter de Short n’ Sweet demuestra que el éxito también puede lograrse mediante la persistencia y la dedicación. Aunque la de Pensilvania ya ha recorrido un camino significativo, sigue avanzando con determinación, mostrando que su futuro en la música puede brillar aún mucho más que su presente.

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