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AYRA STARR | ENTREVISTA

Por: Marta España

‘The year i turned 21’ es el segundo lp de Ayra starr, la superestrella nigeriana que se ha alzado como la madre de los nuevos afrobeats para la generación z. En el álbum, starr reviste con una historia sobre la mayoría de edad un trabajo, mayoritariamente, de énfasis identitario: el objetivo de starr es reivindicar el afrobeat como género negro, y representar su cultura fuera de las fronteras del continente. 

Ayra Starr nació con el nombre de Oyinkansola Sarah Aderibigbe, Oyin para su círculo de confianza, en la República de Benin. Cuando todavía era una niña, se mudó a Lagos, la ciudad más poblada de Nigeria. Rápidamente se sintió atraída por el mundo del espectáculo -la cultura alté, esa nueva juventud alternativa del país conectada con el mundo globalizado, se iba desarrollando en esos años a marchas forzadas, al ritmo de la revolución demográfica nigeriana-, y rechazó su apelativo cariñoso en favor de un nombre ar- tístico que evocase grandeza: en yoruba, “Ayra” significa “despertar” o “abrir los ojos”. Por otra parte, durante sus primeros trabajos con Don Jazzy -capo y fundador del reconocido sello Mavin Records que en su día fue casa de Tiwa Savage y ahora acoge también a Rema-, este le dijo que estaba seguro de que se convertiría en una su- perestrella mundial, y de ahí toma su apellido.

Durante su infancia y adolescencia, el negocio de su padre provocó que su familia se mudara con frecuencia: “No lo llamaría necesariamente un estilo de vida nómada, pero desde luego estar expuesta a diferentes formas de vida desde una edad temprana me dio la oportunidad de mirar el mundo a través de más de una lente. Pude observar la realidad desde diferentes perspectivas, lo que supuso una ventaja en mi forma de ver el arte e interactuar con él. Cada pequeña cosa que hago es un reflejo de mi infancia, de cómo crecí y de lo que me ha inspirado”, cuenta por videollamada en un rato libre que encuentra entre el frenesí de su gira más grande por EE UU hasta la fecha. Así, de forma más o menos directa, sus circunstancias familiares propulsaron a la artista al mundo del espectáculo desde una edad bien temprana. Comenzó su carrera como modelo en 2018, con solo 16 años, firmando con Quove Models, una agencia con sede en Lagos. Al año siguiente subiría a Internet covers de sus artistas favoritos, y ese fue el pistoletazo de salida defini- tivo de su carrera musical, que se desarrolla sin olvidar la primera: “Respiro moda y eso se refleja en mi forma de ser. La música es arte, la moda es arte, y cuando se trata de Ayra Starr, me aseguro de que ambas estén bien combinadas”.

Actualmente, es la mujer africana más joven en desarrollar una carrera con un crecimiento exponencial tan elevado. En 2021 publicaba su álbum debut 19 & Dangerous y, siguiendo con esa línea discursiva en la que puntualiza sus cumpleaños -como Adele, o como los niños que miden su estatura en la pared-, este mismo año nos presenta su segundo trabajo, The Year I Turned 21, sobre hacerse (más) mayor: “En cierto modo, estoy alcanzando la mayoría de edad, aprendiendo sobre la vida y convirtiéndome en la mujer que debo ser”. Lo que más ha aprendido, dice, es a trabajar su paciencia: “Me he esforzado por estar presente y, simplemente, prestar mucha atención a lo que estoy haciendo en cada momento. La atención es uno de los secretos que se me han revelado en la vida. Estoy siendo muy consciente de mis pensamientos. Es muy importante”. Pero, más allá de su crecimiento personal, el álbum es también un homenaje a su identidad africana: “Tengo raíces yorubas desde hace mucho tiem- po, mi nombre de nacimiento es Oyinkansola, que significa que ‘la miel ha caído en la riqueza’. Mi padre es yoruba y mi madre también”. Starr afirma que no se esfuerza en representar a su país, pero le sale de forma natural porque vive y respira africanismo: “Para ser honesta, siento que mi identidad es mi voz, ¿sabes? Sea cual sea el género que haga, sea cual sea el tipo de música que toque, sigo siendo yo misma por mi voz. Mi voz es muy distintiva, porque mi voz evoca a África. Lleva lo afro en ella”.

Así, Starr pertenece a esa generación de nue- vos artistas que han venido a recuperar lo que es suyo, que resitúan el foco de toda la afrodiáspora. The Year I Turned 21 coquetea con el funk o el reguetón, pero en esencia es un trabajo de afro-beat, ese género tan de moda en Europa y Nor- teamérica que ha sufrido varios intentos de blanqueamiento: “Creo que el afrobeat lleva sonando en el continente mucho tiempo. Crecí con Burna Boy y con todos estos artistas increíbles que han dado forma al sonido que es globalmente. Pero ha pasado mucho tiempo, y nos merecemos todo el reconocimiento que estamos recibiendo”. En ese proceso de contracolonización, afirma encontrar un reflejo cruzando el charco. Su segundo LP cuenta con las colaboraciones de Anitta en Woman Commando y Rauw Alejandro en Santa, en las que la tradición africana se entremezcla con los ritmos de baile latinoamericanos. Ambos géneros, además, conquistan Occidente al mismo tiempo que reivindican su carácter autóctono: “Cuando fui a Brasil, me encontré con una especia que pensaba que sólo se consumía en Nigeria. No se come en ningún otro sitio. Nunca lo he visto en ningún otro lugar, como el aceite de palma. Se usa popularmente para sopas y guisos. Me quedé muy sorprendida, así que me puse a investigar y vi que tenemos muchas similitudes culturalmente: la cultura brasileña tiene mucha relación con la cultura yoruba. Todos somos parecidos, quizás por la migración, pero es muy hermoso de ver”.

En cualquier continente en el que se halle trabajando, lo más importante para Starr es llevar su cultura a todas partes. Se vale del pidgin para ello, un lenguaje creado y usado por individuos de comunidades que no comparten una lengua común. Es por ello que en todo su álbum intercala el inglés con otros idiomas africanos, e incluso oraciones yorubas. No es un recurso estético, sino la forma en la que Oyinkansola aprendió a comunicarse: “El pidgin es un idioma muy popular en el África Occidental anglófona. Es un idioma nuestro, suena a inglés roto. Desde el principio yo quería convertirme en una sensación pop global africana. Si solo canto en inglés y solo hago sonidos en inglés, ¿cómo estoy llevando mi cul- tura al mundo? ¿Cómo la estoy representando? Diré que sueño y pienso en inglés pero, como siempre digo, es muy importante para mí llevar mi cultura conmigo a todas partes, y la música que hago es un lugar donde puedo transmitir fácilmente ese mensaje”.

Indudablemente, Starr es una patriota orgullosa de representar a su país en el extranjero. Cuando le preguntamos sobre los proyec- tos que tiene para promocionar la cultura dentro de este, no accede a responder. Probablemente no quiera confirmar un trabajo que aún se encuentre en el aire, o quizás el ímpetu de su música es más liviano y hedonista: “La gente escucha mi música en el club, es por eso que aplaudo a los DJs que deciden pinchar mi mú- sica, las mezclas están muy bien hechas”. De hecho, prácticamente todas las canciones de su segundo álbum mantienen el ocio como principal objetivo, a excepción de The Kids Are Alright, un homenaje a la muerte de su padre para el que cuenta con grabaciones testimoniales de casi todos los miembros de su familia: “La emoción principal de esta canción no es la tristeza. A algunos de nosotros nos hace reflexionar sobre la vida denuestro ser querido, para otros es la gratitud por lo lejos que han llegado desde su muerte. Se trata de aceptación”. Por tanto, ya sea a través de su infancia nómada, de sus recuerdos familiares, del género musical que practica con aperturismo, pero tam- bién con un genuino compromiso a la hora de reivindicar los orígenes o del lenguaje en el que sueña, todo en Ayra Starr remite, finalmente, a la conquista africana del mundo. Pero en su caso tiene forma, voz y rostro de estrella del pop. Nuevos tiempos.

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