AI YAZAWA | ENTREVISTA
Por: Marta España
Este otoño, Planeta cómic reedita los tres mangas más importantes de la carrera de Ai Yazawa, ‘No soy un ángel’, ‘Historia de un vecindario’ y ‘Nana’. La autora, convertida en mangaka de culto para la ficción sáfica y2k, refleja en las tres obras los debates internos, propios de la feminidad, de lo que supone hacerse mayor.
Aunque Ai Yazawa suele ser considerada un referente dentro del shojo, lo suyo siempre se ha acercado un poco más al josei. El primero está orientado a chicas adolescentes, y el segundo a adultas muy jóvenes: las historias de Yazawa a menudo representan ese sentimiento de estar perdida en unas dinámicas y un mundo que no entiendes por inexperiencia. A diferencia de las magical girls -subgénero shojo más aceptado en nuestro país-, las protagonistas de la mangaka representan a las jóvenes de carne y hueso de comienzos de siglo: no tienen poderes mágicos y, como toda persona recién entrada a la vida adulta, son un poco torpes con sus decisiones. Yazawa se aleja de toda la literatura femenino-bélica que inundó el manga posterior a la Segunda Guerra Mundial para mostrar una visión lo más naturalista posible de la juventud nipona, muy sorprendente para todo aquel con una visión cuadriculada del país del sol naciente. Poco se sabe de su vida: Ano Natsu (Aquel verano) es su primera obra, y durante veinte años publicó más de una decena de series bajo la editorial Shueisha -a la que pertenecen las revistas Ribon y Cookie-. En 2009 una enfermedad de la que tampoco se conoce demasiado paralizó su trayecto- ria profesional, dejando en stand by la que a la postre es su obra más reconocida: Nana. Aún hoy el manga sigue sin desenlace, y Yazawa es vista como una especie de auto- ra maldita, algo maltratada por su quinta, muy adelantada a su época y demasiado mística para ser real.
Antes de su obra maestra llegarían No soy un ángel, Last Quarter, Marine Blue o Historia de un vecindario, entre otras. La primera se publicó entre 1991 y 1994 y, siendo uno de sus mangas más tempranos, refleja una Yazawa más adolescente. En la historia, Akira y Midori (presidente y vicepresidenta del consejo estudiantil) viven un noviazgo primerizo y su consiguiente evolución hacia un amor más maduro. Por su parte, Historia de un vecindario (1995-1997) daría pie dos años más tarde a Paradise Kiss: en la primera, Mikako Kouda busca convertirse en una diseñadora de moda de éxito y promocionar su marca Happy Berry. En la segunda, sobre modelaje y publicada por ello en una revista de moda, Kouda ya es una diseñadora famosa. También hay referencias de Historia de un vecindario en Nana, por lo que entendemos que Yazawa estaba tratando de crear un mismo universo en toda su bibliografía, inconcluso debido a su enfermedad.
Dado que la mangaka comenzó a escribir con 17 años y terminó con casi 40, en su obra se aprecia con claridad el paso de chica joven a mujer adulta en el Japón del cambio de siglo: sus protagonistas son divisiones de la mentalidad de Yazawa ordenadas cronológicamente. Aun así, hay varios elementos que conducen casi todas sus narrativas: el extranjero, la moda y el amor. El primero actúa también como una forma de representar lo desconocido: en Nana repiten mucho eso de que “en el fondo, Tokio no es un país extranjero” cuando las protagonistas, ambas de alguna prefectura norteña, se mudan a la capital. Por supuesto que Tokio es Japón, pero sus dinámicas no solo les pillan de sorpresa por urbe titánica, sino también por hallarse independientes casi por primera vez. Quitarse o no los zapatos al entrar en casa, esa tonta dicotomía Oriente-Occidente, supone todo un debate interno para la Nana más inocente: la ciudad actúa como ese “monstruo a superar” de cualquier magical girl. La moda también es importante, no solo por la afición a las tendencias de la autora, sino también como catalizador primario de las tramas: Historia de un vecindario versa sobre diseño y modelaje, pero en Nana las protagonistas no se habrían conocido si una no quedase prendada del outfit de la otra, anillo de Vivienne Westwood incluido. De hecho, la primera parte del anime se llevó a cabo con la supervisión del Glamour College of Beauty, fundado en Osaka en 1955, y a lo largo de todo el manga se reproducen diseños originales de varios modistas y diseñadores reconocidos.
Por último, el amor es la fuerza que mueve el mundo en el universo de Yazawa. Todos sus mangas son en gran medida ro- mánticos, pero el objetivo de la mangaka es mostrar la madurez en cualquier tipo de relación. El ejemplo más evidente es, por supuesto, Nana. El manga narra las vivencias de dos jóvenes que acaban de cumplir la mayoría de edad: Nana Osaki y Nana Komatsu. Por un cúmulo de casualidades, relacionadas en gran medida con el número 7 -Nana significa siete en japonés-, acaban compartiendo piso. La primera es rebelde y excéntrica; la segunda, dependiente y obsesiva. Osaki sueña con petarlo con su banda -que en el manga es de punk pero en el anime la musicalizaron emo-, en la que antes estaba su exnovio hasta que les dejó para firmar un contrato discográfico con otro grupo. La joven no quiere tener más éxito que su ex a modo de venganza, sino con el fin de ser lo suficientemente independiente para no ser la mantenida de un guitarrista famoso cuando vuelva con él. Esta Nana evita estrechar vínculos porque, ante todo, no quiere ser una molestia. Ko- matsu, por su parte, es obsesivamente dependiente de las relaciones sexoafectivas, y no concibe la vida sin un hombre al que adorar. En su convivencia la primera aprende a dejarse querer de vez en cuando, y la segunda a no depender tanto del romance. Y lo de aprender, en realidad, es bastante relativo: no hay que olvidar que Yazawa imprime sus obras de una visión bastante realista, y el ser humano no sigue necesariamente ese camino del héroe tan manido en el shojo/shonen, donde al final se convierte en un ente puro. Hay muchas nubes negras orbitando en Nana, porque como Yazawa no es perfecta no quiere que sus personajes lo sean. Al final del día, siempre se tienen la una a la otra. Eso es lo que ha convertido a Nana en la ficción sáfica por excelencia de la generación Y2K -a lo que ha ayudado, por supuesto, Netflix y su adquisición del anime-. Ambas se ponen celosas cuando alguna se echa otro novio o una nueva amiga, temen ser abandonadas por la otra y hablan abiertamente sobre en qué punto del espectro sexual se encuentran. Mientras los noviazgos vienen y van, acaban necesitando la una de la otra, y ese es el discurso que ha calado entre los tardomillennials y los Z, considerando el anime como una obra de culto de su generación. “Si no fueras una mujer, serías el amor de mi vida”, piensan ambas. Y quién no se ha cuestionado eso alguna vez con su mejor amiga… Osaki y Komatsu niegan abiertamente su lesbianismo, pero internamente se cuestionan sus verdaderos sentimientos hacia la otra: en cualquier caso, Yazawa veía la amistad como la forma de amor más pura, y eso es lo que prevalece en la trama y lo que nos conquista veinte años más tarde.